Un líquido rojo escurría por el suelo, un poco menos brillante, un color intenso rodeaba el ambiente. Era difícil respirar con el olor a cenizas que era parecido al olor del metal. Lo que describí, era la sangre que caía en cascadas y grotescamente de una herida que atravesaba por completo el cuerpo de este hombre.
Él, tenía cabello negro que no resaltaba, sobretodo ahora que se veía grasiento por culpa del entorno hostil y el trabajo de la guerra. Sus labios secos estaban entreabiertos. El aura roja de todo el lugar y el sentimiento de encierro que generaban las oscuras montañas que rodeaban todo y el piso de roca oscura con franjas de lodo rojizo como el mismo infierno, no ayudaban para abrir los ojos. Cuando al fin logré parpadear, vi una silueta encima mío. Era un caballero con pelo rubio y ojos castaños que lloraba. Yo era ese, era el cuerpo sangrante.
Mi mejor amigo era el que estaba en mis brazos, con el que había pasado casi toda mi vida…no podía soportar el hecho de que nunca más lo volvería a ver. Había tanta sangre que poco se podía ver su cara. -Querido amigo mío -le decía entre lágrimas al pronto muerto. Me había dado cuenta del espesor del ambiente , casi no se podía ver ; presioné la herida que tenía en su estómago. -Te ayudaré, por favor resiste. Sabía que no iba a resistir. -¿Quién te hizo esto? – pregunté sin razón. Claramente fueron los demonios, él y yo desde pequeños jurábamos vengarnos de las asquerosas y pútridas masas negras, de ojos rojos y tremendas garras que siempre tenían sangre, en las venas moradas que tenían entremedio de los ojos y que tenían la sangre de nuestras familias muertas hace tiempo. De la nada, sentí un escalofrío en mi cuerpo. Ojalá no estén cerca… juro que incluso haciéndome el valiente frente al cuerpo de mi camarada, no puedo evitar sentirme así. La energía que daban esas bestias era de muerte absoluta, dolor y miedo. Tenía que despedirme antes de que yo mismo muriese. Aún así… esto no es fácil. – Te prometo que me vengaré, ellos morirán y tú y nuestras familias podrán relajar el rostro al fin desde sus tumbas.
El pelirrubio se levantó con su amigo en los brazos para alejarse de las rocas y buscarle un lugar tranquilo después de que aquel dejó de respirar. Al pararse sintió algo puntiagudo recorrer la piel de su espalda debajo de la ropa, rasgando todo. Al sentirse alerta, con miedo, se agachó para que no destruyesen el digno cuerpo de su mejor amigo. De ningún lugar en concreto, una voz muy profunda, grave y fuerte , sonó con eco de ultratumba en sus oídos -“Con que eso es tu amigo…” dijo, en su habla se denotaba una ligera sensación de una lengua dormida arrastrándose, con un tono, un tanto sarcástico. Aquel de pelos dorados se dio la vuelta hacia su amigo lentamente después de haber desviado la vista para saber de dónde provenía la voz. Cuando su vista se pudo centrar, la primera cosa que vio fueron los ojos de “su amigo”. Su cara ni siquiera pudo cambiar a asombro cuando algo atravesó la carne y hueso hasta el otro lado de su cuello. Su dedo se había deformado hasta crear una uña. Unos últimos pensamientos pasaron a través de la mente horrorizada de aquel de pelo amarillo: ¿En qué momento cambió , ¿cuándo pasó?, ¿será que todo este rato no le hablé a mi amigo?
Antes de que la uña fuese retirada y con una mueca horrible en la cara del atravesado, el -ahora- monstruo, le aclaró las dudas.

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