Cuento enviado por Hina Setoguchi (fan del blog)
Dicen que hay una forma de invocar al demonio.
8 rosas, 7 negras y 1 roja, una cajita de madera, un espejo que quepa dentro de ella, es todo lo que se necesita.
Se rumora que hay gente que lo ha intentado, pero nadie ha vivido para contarlo, quizás hayan encontrado la rosa tarde o el demonio los mato antes de encontrarla; posiblemente esto no sea cierto, no soy muy de creer en eso, pero como dicen, la curiosidad mato al gato, yo y mis narices.
Era viernes en la tarde, estaba sola en casa, tenía todos los componentes ya preparados; antes de comenzar deje una carta de despedida a mis padres, hacer la invocación era como un suicidio.
Esperé a que fuera más tarde, salí y mire la luna, estaba roja, tal y como me lo esperaba. Entré a la sala de mi casa, me senté en el suelo, abrí la caja y metí adentro el espejo; deshojé una a una las rosas de color negro, cada que pasaba un minuto metía uno de los pétalos a la caja.
El ultimo pétalo, la rosa dentro de la caja, la caja cerrada, eran cerca de las 12:00, sonó el teléfono, me pare rápidamente y contesté
–El juego ha empezado- dijo la voz al otro lado de la línea
Miré la caja, le quite la tapa, definitivamente la rosa no estaba; él la había escondido.
Pase gran parte del tiempo buscando en la primera planta de mi casa, el demonio no había interferido ni había intentado asesinarme, así que no estaba allí.
Abrí la puerta del sótano lentamente y mire escaleras abajo, tan linda, tan roja, ahí estaba. Di un paso y caí, alguien me había empujado. La observe por un largo rato y luego intente ponerme en pie, pero no lo logre, era el demonio, supuse que eran cerca de las 3:00, el tiempo se agotaba, luche con todas mis fuerzas y lo logre, me solté de él, me acerque lentamente a la rosa, pero aquella cosa tan hermosa que se vestía con sus hermosos pétalos rojos seria el motivo de mi perdición.
Al hacer contacto con ella mi mano empezó a sangrar, mi corazón no volvió a latir, mi vista dejo de funcionar, mi alma se desmantelo de mi cuerpo. Había muerto, lo conseguí, pero muy tarde.
Me sumergí en un foso sin fondo, yo nadaba, pero no lo hacía en agua, si no en sangre, en la sangre de los que habían muerto con aquel juego, la sangre no era roja si no azul, por un momento sentí que estaba volando en el cielo, pero lentamente la sangre empezó a tonarse roja y con ella el vestido blanco que llevaba. Deje que mi cuerpo callera por una cascada y termine en un gran salón, donde estaban sentados los siete dioses: el padre, el guerrero, el herrero, la madre, la doncella, la vieja y el desconocido. Cada quien con su función, desde ese momento yo fui uno de ellos, quizás desde antes.
Mi muerte, tan triste, tan cruel, tan sangrienta, desde aquel día me llamaron yushine la diosa sangrienta.
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