Era muy tarde, ya pasada la media noche, los borrachos se volvían cada vez más molestos sobre todo uno en particular, fue tanto la intensidad del señor que tuvo que ser desalojado del lugar, echando mil maldiciones el borracho se retiró.
— No tendrán ni un centavo más de mi bolsillo — Dijo el hombre sacudiendo su brazo en el aire.
Continuo su larga travesía para llegar a su casa, mientras andaba con mucha dificultad llego a tropezar varias veces, con una señora quien le golpeo con su bolso, con un perro que casi lo muerde, con un poste de luz que lo hizo caer al suelo.
Con mucha dificultad el hombre se acercaba al puente que lo conduciría al barrio donde vivía, pero lo que este ignoraba eran las figuras fantasmagóricas que lo rodeaban, debido a su estado de ebriedad no se percató de estas.
Era una noche fría, el viento congelaba los huesos de cualquiera que no se abrigara bien, el silencio se apodero del lugar, el rechinar de las ramas tan solo llegaba a perturbar la calma por solo unos instantes, las sombras reían al mirar al desgraciado hombre.
A medida que cruzaba el puente se percató de un llanto fuerte proveniente debajo del puente, no perdió tiempo en investigar, efectivamente era un bebe envuelto en varios pañales.
— ¡Que hija de puta! Como se atreve abandonar esta criaturita en este maldito puente — dijo el hombre levantando al bebé.
— No puedo creer que haya personas tan desgraciadas en esta vida, irresponsables, merecen que les caiga todo el peso de la ley —
El hombre no paro de hablar durante todo el camino, cuestionando a la madre del niño por dejarlo abandonado, maldiciéndola cada cinco minutos, un poco más lúcido el hombre comenzó a notar que el niño pesaba un poco más de lo normal pero pensó que ya estaba cansado debido a que ya era muy tarde.
Llego un momento donde no pudo cargar más al niño, se hizo muy pesado y parecía un bulto muy enorme, así que decidió destaparlo para ver cómo se encontraban, su sorpresa fue ver a un cerdo con ojos de rojo fuego, que lo miraron directamente, le brotaron llamas y comenzó a rechinar
—Ave maría purísima — Dijo el hombre antes de soltar al cerdo y salir corriendo despavorido, mientras huía tropezó con varios obstáculos, hubo un momento donde giro para ver al cerdo y este comenzó a seguirlo, el hombre sudo la borrachera y corrió como alma que lleva el diablo, literalmente.
Cada cierto tiempo el señor oscuro juega muchas bromas a aquellas almas incautas que se atreven a cruzarse por su camino, desprevenidas quienes con sus acciones hacen el mal, reciben su castigo para que de esta manera aprendan una lección.
Lo último que se supo del hombre fue que jamás volvió a probar una gota de alcohol y nunca más salió durante las noches, algo con lo que su esposa estuvo muy pero muy contenta.
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