Había una vez un gato y un ratón que entrelazaron una bonita amistad, quienes decidieron vivir juntos para apañárselas bien en los momentos difíciles.
– Mi estimado amigo, yo que tu no saldría de la casa, podrías caer en alguna trampa ratonera, además debemos pensar en el invierno – Dijo el gato.
– Tienes toda la razón mi amigo, debemos comprar algo para almacenarlo para el invierno – Entre los dos decidieron comprar un pucherito de manteca y guardarlo para tiempos difíciles el cual escondieron en una iglesia.
Un día al gato le dieron antojos de comer manteca así que se inventó una excusa.
– Mi amigo debo salir a un bautizo, una prima ha dado luz a un hermoso pequeño y me han pedido ser su padrino – Invento el gato.
– No hay problema, no faltaba más, yo me hare cargo de la casa – Dijo el ratoncito crédulo.
El gato fue directamente a la iglesia a comerse la manteca pero solo tomo la cápita externa y dejo el resto, luego subió a la iglesia a relamerse los bigotes, muy entrada la noche llega a la casa.
– ¿Cómo te fue? – Pregunto el ratón guardando la esperanza de que su amigo le trajera algo de comer – Como le pusieron al retoño.
– ¡Empezando! – Dijo el gato lamiéndose las patas.
– Es un nombre extraño no te da esa impresión – Dijo el ratón.
– La verdad que si, en mi familia es muy común ese tipo de nombres – Dijo el gato indiferentemente.
Luego de un tiempo el gato se fue a otro supuesto bautizo dejando al ratoncito solo cuidando la casa, esta vez devoro hasta la mitad del pucherito de manteca.
– ¿Qué nombre le pusieron al niño? – Pregunto el ratoncito.
– ¡Mitad! – Dijo el gato dejando más intrigado al ratón.
El gato tuvo un último antojo y dijo que tendría que ir al bautizo de otro gatito, el ratón como siempre se quedó en la casa, se dispuso a limpiar y la dejo tan limpia como la plata.
El gato llego ese día muy tarde, antes de que el ratón le preguntara este le dijo.
– Este sí que no te gustara, se llama terminado – Dijo el gato.
– Ese si es un nombre estrambótico, estrafalario, bastante raro la verdad – Dijo el ratón perdiéndose en sus pensamientos.
Al llegar el invierno el alimento comenzó a escasear y el ratoncito siempre atento invito al gato para ir por el pucherito de manteca que habían guardado de reserva.
– Vamos amigo, ese pucherito de manteca nos caería muy bien en estos momentos – Dijo muy entusiasmado el rato.
– ¡Por supuesto amigo vamos! – Dijo el gato.
Al llegar el ratón se encontró con la sorpresa que el pucherito estaba completamente vacío.
– ¡Ya entiendo todo! – Dijo el ratón molesto – Eres tan buen amigo que te comiste nuestras provisiones cuando ibas a esos bautizos y decías empezando, mitad–
– ¡Será mejor que te calles de una buena vez por todas antes de que te devore! –
– Terminado – Fue lo último que dijo el ratoncito antes de que el gato lo terminara de devorar de un solo bocado.
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