En un pueblito perdido entre los paisajes colombianos, vivía una muchacha muy hermosa, de piel canela y granes ojos negros. El pelo lo tenía oscuro como pluma de cuervo y su silueta era graciosa como la de un ángel. Esta muchacha tan bonita tenía muchos pretendientes y por lo mismo le encantaba darse a notar por los alrededores.
Iba a todas las fiestas que se celebraban en su pueblo y todos los días, se acercaba hasta el río para lavar ropa en la orilla, sonriendo a todos los jóvenes que pasaban. Sus padres veían muy mal este comportamiento, ya que consideraban que se exponía demasiado.
—No es bueno que una chica decente se ande exhibiendo por ahí —le advertían—, si no tienes cuidado te van a robar.
Pero ella, vanidosa como era, nunca escuchaba y seguía saliendo a todas horas.
Un día, justo antes de que se pusiera el sol, salió a lavar su vestido favorito con flores de la rivera. Había un baile al día siguiente y quería ser la más guapa para llamar la atención de todos los muchachos.
De repente, le pareció ver algo que se movía entre los árboles. Una sombra había cruzado rápidamente y ella la había notado por el rabillo del ojo. Nerviosa, preguntó si alguien andaba por ahí y escuchó otro ruido de enormes pisadas sobre las ramas del bosque.
—¡¿Quién está ahí?! —preguntó con más ahínco.
Salió entonces ante ella un ser enorme y cubierto de pelo, muy sucio y alto como un gigante. La joven gritó con todas sus fuerzas, tanto, que en el pueblo sus padres la escucharon y fueron a su encuentro. Pero cuando llegaron al río ya no estaba. Solo quedaba su vestido maltrecho en el agua.
Dieron aviso pues, a todos los hombres de la aldea y con antorchas en mano salieron a buscarla.
La búsqueda duró por días sin ningún resultado. Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos, encontraron la entrada de una cueva en lo más profundo del bosque. Allí dentro se encontraba la muchacha, sucia, desnuda y en un profundo estado de shock.
Por más que le preguntaron que le había ocurrido, ella era incapaz de contestar. La llevaron de vuelta a casa donde su madre la lavó con cuidado y solo horas después, se supo la verdad.
Aquel día, mientras lavaba su vestido, la pobre había sido raptada por aquella criatura repugnante, que sin más la había dejado en su cueva donde todas las noches se dedicaba a acecharla. A veces le llevaba flores y comida que encontraba en el bosque. Pero ella no soportaba verlo.
Ese ser era el Mohán, una criatura malvada que se dedicaba a robar a las mujeres que le gustaban y que tomaba desprevenidas.
Desde entonces, se dice que cada vez que ronda un pueblito una desgracia está a punto de ocurrir. A veces las chicas desaparecen sin más. Y otras, atacan las inundaciones, los terremotos y las sequías. Las jovencitas sobre todo, deben tener cuidado con él.
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