No hay amenaza más grande para un amor puro que los celos, que enloquecen a todo aquel que se deja llevar por las malas imágenes que estos inspiran en su cabeza. Cuentan que hace mucho tiempo, en la hermosa región de Los Llanos, habitaba una muchacha llamada Melissa, la cual era muy hermosa. Tenía unos ojos negros, enormes y profundos, un cabello oscuro y largo que le llegaba hasta la cintura y la piel morena e inmaculada.
Siendo tan bella Melissa tenía muchos pretendientes, pero solo de uno se enamoró con locura, el más apuesto y de mejor corazón entre todos. Se casaron y tuvieron un bebé precioso.
Todo indicaba que la vida de la pareja sería pura felicidad, pero lo que nadie en el pueblo sabía, es que Melissa era una mujer muy celosa y a menudo le hacía reclamos a su marido sin que él los mereciera. Cada vez que se perdía de vista para trabajar, la asaltaban unos pensamientos terribles. Constantemente vivía con el miedo de que se fuera con otra.
Un día, Melissa fue a bañarse al río. Mientras estaba en el agua era espiada por uno de los hombres del pueblo, un mujeriego y vicioso que siempre la había pretendido.
—¿Qué haces ahí, espiándome? —le espetó ella al descubrirlo— Aunque no me extraña de ti, eres un cerdo.
—Yo no te estaba espiando —le mintió él—, nomás venía a avisarte que acabo de ver a tu marido con tu madre. ¡Te está engañando con ella!
Loca de rabia, Melissa regresó corriendo a su casa, donde encontró a su esposo trabajando. Aun así no le creyó y en un acceso de locura, le prendió fuego a su hogar, matando a su marido y a su bebé adentro. Luego fue a buscar a su madre, quien también era inocente, y la mató dándole tres machetazos en el vientre.
—¡Yo jamás te he traicionado con tu marido! —le dijo ella mientras agonizaba— A causa de los celos has cometido el peor pecado de todos: el de arrebatar la vida. Por eso, ¡yo te maldigo, sayona!
Melissa desapareció tras los asesinatos y nada volvió a saberse de ella.
Desde aquellos tristes eventos, los hombres borrachos y mujeriegos comenzaron a temerle a un espectro que se les aparecía en medio de la noche. Era la Sayona, una hermosa mujer que se acercaba a ellos para pedirles algo de fuego. Pero en cuanto prendían los encendedores, veían que el rostro bello de la desconocida se transformaba en una cara deforme con ojos que despedían brasas como el infierno.
Debes tener mucho cuidado si un día te encuentras con ella, pues la Sayona puede matarte de un susto, ahogarte en una charca cercana o hacer que caigas desde un barranco.
Esta leyenda corta de terror ha sido por años, una de las más populares en Venezuela y al mismo tiempo, uno de los mitos latinoamericanos más célebres. Hay quienes juran haber visto en persona al tenebroso espectro que en él se menciona.
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