Existe una canción que hasta nuestros días goza de una siniestra reputación y sigue causando escalofríos en todos aquellos cuantos la oyen. Le llaman «la canción húngara del suicidio», pues hasta el momento, nadie es capaz de explicarse como tantas personas que se arrancaron la vida, comparten el haberla escuchado en sus últimos momentos de vida.
Corría la década de los años 30 cuando Rezső Seress, compositor de origen húngaro, compuso una triste melodía llamada Gloomy Sunday (Domingo Sangriento), que no tardaría en llegar hasta las radios de su país. Eran tiempos de depresión y tensiones políticas, pues la economía en general no se encontraba en su mejor momento y el mundo estaba recuperándose de su Primera Guerra Mundial. A pesar de las circunstancias, la canción de Seress gozó de gran popularidad al cabo de poco tiempo, sacando a este músico del anonimato.
No obstante, su buena fama no tardaría en convertirse en un evento muy desafortunado. Una ola de suicidios se desató en Hungría, aterrorizando a la población. Algunas personas saltaban de las ventanas, otras se cortaban con navajas o se colgaban hasta asfixiarse.
Lo que más llamó la atención de la policía, fue constatar que cada uno de los individuos que habían cometido suicidio (17 en total), habían estado escuchando la composición de Seress en sus tocadiscos. Algunos incluso se habían tomado la molestia de escribir la letra, (añadida por un colega del músico), en hojas de papel, como si se tratara de una triste nota final.
Y fue esto lo que dio origen a la leyenda.
Tras las oscuras habladurías que surgieron en torno a su obra, el propio Rezső Seress tuvo que deslindarse de varios problemas legales, pues la gente lo culpaba de inducir a las personas a matarse. La canción poco a poco fue retirándose de las emisoras, aunque eso no le impidió llegar hasta América. Especialmente a Estados Unidos, donde tuvo muy buena acogida.
El terror empezó de nuevo cuando, durante las décadas de los 50 y los 60, otra ola de suicidios azotó a los estadounidenses; lo cual era irónico pues para esos tiempos, el país sufría de un gran avance económico y tecnológico. Esto dejó a un lado el factor de la depresión que sufrieron tantos húngaros en los 30, como para querer arrebatarse la vida. No obstante, se dijo que las 50 personas que se suicidaron en América también se habían obsesionado con la canción para luego dispararse o saltar desde sus tejados.
Los especialistas comenzaron a recomendar encarecidamente no escuchar Gloomy Sunday en estado depresivo, o por lo menos no hacerlo en un idioma que pudiera comprenderse, debido a lo terrible de sus estrofas:
Triste es el domingo, entre las sombras lo paso
Mi corazón y yo hemos tomado la decisión de terminar con todo
Ahora encenderán las velas y murmuraran oraciones tristes
¿Y qué fue de Rezső Seress, el célebre compositor? Cuando intentaron dar con él en los 60, encontraron que también se había suicidado, deprimido por un mal de amores. Saltó por la misma ventana por la que había saltado su novia.
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