Dentro de la tercera sección del Bosque de Chapultepec, el parque más grande de la Ciudad de México, existe una construcción abandonada conocida como la casa de la Tía Toña, la cual por años ha aterrorizado e inquietado a sus visitantes. Dicha vivienda se levanta justo sobre Avenida Constituyentes, cerca del cementerio «Dolores» y quienes han pasado cerca, o incluso se han atrevido a entrar, aseguran que dentro pasan cosas muy extrañas.
Ruidos siniestros, objetos que se caen al suelo solos, susurros, pero sobre todo, la silueta desconocida de alguien que a veces se puede ver merodeando a través de las ventanas. Y es que el lugar lleva mucho tiempo deshabitado. De hecho, está prohibido entrar; aunque de vez en cuando hay quienes burlan la vigilancia de las autoridades para colarse y vivir una experiencia de terror.
Y ahora puede que te estés preguntando, ¿quién era la Tía Toña?
La leyenda cuenta que esta era una mujer muy sola y que había heredado una gran fortuna. Esto la llevó a instalarse en dicha casa, donde empeñó sus recursos y esfuerzo en acoger a varios niños que no tenían hogar. Se encargaba de alimentarlos y vestirlos, quizá creyendo que de esta manera disminuirí su pena por no haberse casado nunca, ni tenido hijos.
Pero los muchachitos que recogió eran muy groseros con ella. A todas horas se burlaban de su benefactora y le hacían la vida imposible. Salían y entraban en la casa cuando querían, seguían robando en las calles, rompían las cosas y en vez de agradecer lo que la Tía Toña les daba, le recordaban que era una vieja sola y triste.
Esta situación llevó a la pobre mujer a perder el control, volviéndola loca. Ya no había en ella buenos sentimientos para acoger a aquellos niños desagradecidos.
En lugar de eso, comenzó a maltratarlos y a golpearlos cada vez que podía. Cada vez que renegaban contra ella, los golpeaba con mayor saña, hasta que llegó el día en que tomó un machete y en un arranque de locura, mató salvajemente a todos aquellos chicos sin hogar. Vencida por el remordimiento, arrastró los cuerpos hasta el río más próximo donde dejó que se los llevara la corriente.
Nadie se preocupo de su desaparición ni preguntó por ellos, pues al fin y al cabo, eran niños sin familia. Sin embargo, a la Tía Toña la embargó una gran culpa que la llevó a permanecer encerrada en su casa por el resto de su vida, muriendo de soledad y remordimiento.
Por eso se dice que hasta el día de hoy, su fantasma sigue penando en el interior y causando todo tipo de fenómenos paranormales.
Hay quienes han entrado y jurado escuchar llantos, gritos, incluso que les han arrojado cosas. Son los recuerdos de las palizas que la Tía Toña le propinaba a aquellos niños recogidos a quienes llegó a detestar, y cuyas almas no pueden descansar en paz.
Si alguna vez pasas por la Avenida Constituyentes, es mejor que no te asomes a su casa.
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