Era una noche oscura y fría cuando Dick volvía a casa. Se moría por estar frente al fuego con la cena caliente y ver a su esposa después de un día de trabajo duro. Vivían en una casa pequeña pero agradable en las afueras de Ohio, y hacía tiempo que solo estaban ellos dos. Ya los hijos habían crecido y abandonado el nido, como debía ser.
En eso se encontraba pensando cuando vio una figura que cruzaba por la carretera. Rápidamente, Dick frenó como pudo y miró a la asustada jovencita que se había hecho a un lado.
—¡Pero niña! ¿Cómo se te ocurre cruzarte así? ¡Casi te llevo por delante!
—Perdone, es que necesito llegar con mi bebé y nadie quiso detenerse para llevarme —se disculpó ella, quien era apenas una adolescente.
A Dick le extrañó que tuviera un hijo, pero supuso que no era nadie para juzgar.
—Bueno, sube, yo te acercaré si no me desvía de mi camino.
—Muchas gracias, es a solo un par de kilómetros de aquí, hasta el puente que se levanta en la próxima parada.
Dick esperó a que subiera al vehículo y se puso en marcha, encendiendo la radio para matar el incómodo silencio entre ambos.
Una vez que llegaron al puente, Dick notó inmediatamente que algo andaba mal aunque no supo decir porque. No se escuchaba ni un solo sonido en los alrededores, ni por parte del viento ni de los animales. Además, nada más llegar ante él su auto se había apagado, lo cual era aun más inusual. Ese vehículo jamás le había fallado en todo el tiempo que llevaba poseyéndolo.
Se llevó un susto tremendo al mirar hacia el asiento del copiloto y ver que la muchacha ya no estaba. ¿Cuándo se había bajado? No la había escuchado hacerlo.
Con un mal presentimiento, Dick se apeó del coche al escuchar un estruendoso llanto de bebé. Parecía como si un recién nacido llorara con desesperación debajo del puente, no imaginaba quien habría podido ser tan desalmado para dejarlo allí.
Bajó con cuidado hasta el río y allí, fue testigo de algo que le heló la sangre. La chica a la que acababa de recoger se encontraba colgada del puente. Su cuerpo en descomposición indicaba que llevaba allí ya bastante tiempo, pero sus ojos vidriosos y profundos estaban clavados en él. Una de sus manos señalaba con el dedo índice algo en el agua.
Flotando sin vida, estaba el cuerpo de un recién nacido que se había ahogado en el arroyo. Pero su llanto continuaba repitiéndose como un eco fantasmal alrededor del puente, que provocaba en Dick un pánico indescriptible.
Torpemente volvió a subir hasta su auto, a la vez que oía el lamento de una mujer joven a sus espaldas. Sin mirar atrás, Dick empujó el coche por el puente con todas sus fuerzas, mientras ella estaba cada vez más y más cerca…
El carro encendió milagrosamente y Dick se aferró al volante para conducir lejos de ahí. Nunca volvió a pasar por ese sitio.
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