Los terrores nocturnos son pesadillas que no dejan dormir a muchas personas. Sin embargo, hay cierto porcentaje de ellas que desarrollan los mismos al pasar los años, teniendo como consecuencia problemas psicológicos. Ese era el caso de un niño de 6 años, quien tenía terrores nocturnos desde que tenía memoria.
Vivía en casa con sus padres cerca de Texas. La casa era pequeña y tenían muy pocos vecinos alrededor, pero se encontraban muy cerca de un pueblo que lo tenía todo para vivir bien. Noche tras noche los padres del niño sufrían demasiado, Marta y Carlos estaban hartas de las quejas de enrique, además de los alaridos que pegaba sin razón mientras dormía y que a su vez, tristemente lo despertaban.
La madre quiso hacer algo al respecto, pensó en regalarle un acompañante. Ha comprado osos de peluche e incluso una mascota con la cual durmió los primeros días, pero extrañamente se dejó de encariñar pasado un tiempo. Pese a los esfuerzos fallidos de la madre, ella decidió hacerle un muñeco propio con mucho cariño.
En una dura tarde con materiales muy viejos que tenía guardados en el sótano de su casa se puso a fabricar un muñeco para su pequeño. Al parecer tenía el presentimiento de que si se lo hacía ella misma lo iba a valorar con mucho más cariño. Al día siguiente se acercó a Matías para obsequiarle el muñeco que había construido especialmente para él.
-¡Matías! Hijo, Ven un momento por favor. Exclamo Marta, la madre.
– Si ¿Mami?
– Quiero obsequiarte este regalo de cumpleaños.
La madre sonriente le entregó el muñeco de trapo al niño con mucho cariño y una sonrisa de oreja a oreja. Pero mientras lo sostenía para que lo agarrara por su cuenta Matías sólo se quedaba pasmado viéndolo, con los ojos saltones brotados en su cara como si se tratase de algo anormal que nunca antes haya visto.
-¿Qué pasa Matías?
-Mami ¿Quién es él? Preguntó el niño mientras miraba la sonrisa de un muñeco de payaso con los ojos totalmente negros, pues eran dos botones de una camisa vieja que ella usó de niña.
-Es el señor Antero, tu nuevo compañero, el te protegerá de todos los monstruos que te asechan por la noche.
Con esos mismos ojos saltones dibujó una sonrisa y tomó el muñeco encantado, creyó en lo que su mamá le dijo y lo llevó a la habitación para jugar con él. Noche tras noche los padres oían como el niño hablaba con el Señor Antero sólo, le preguntaba cual era su comida favorita, los deseos que quería realizar en la vida y cosas que sólo nos preguntamos entre humanos.
Lo sorprendente era que el niño seguía haciéndole preguntas y también respondía a incógnitas misteriosas que al parecer sólo el niño podía oír. Este hecho perturbó un poco a los padres mientras le espiaban, pero se dieron cuenta de que por las noches el niño no tenía más problemas para dormir, podía descansar como un bebé que se alimenta bien.
El niño Matías sostenía sueños con el señor antero que le hacían agarrarle mucho más cariño, como que combatían a los males de la noche ellos juntos y los derrocaban. Otras noches soñaba con que el señor antero lo defendía de los niños de la escuela de mayor edad que suelen meterse con él. Pero un día en que Matías cumplió sus 7 años todo cambió.
Ese mismo día el padre de Matías, Carlos le sacó un diente de leche al niño y le indicó que si lo ponía debajo de la almohada iba a recibir un regalo al otro día. Matías se mostraba poco emocionado por este hecho, pero un regalo más de los que ya recibía de sus padres no vendría nada mal. Esa noche justo a mitad de la madrugada Matías se despierta por algunos movimientos en su propia cama.
¡Es el señor Antero!
-Matías ¿Podrías regalarme el diente que hay debajo de tu almohada? Tengo mucha hambre. Exclamó el muñeco mientras el niño abría sus ojos y lo observaba.
– ¿Para qué lo quieres? Contestó inocentemente Matías.
-¿Tú me quieres Matías? Dámelo si me quieres por favor ¡Tengo mucha hambre!
-Pero, si te lo doy seguro no recibiré mi sorpresa. Dijo el niño con voz un poco triste.
-Si no me das el diente ¡Seguro volverás a tener pesadillas!
El niño recordando todos los males que sufrió de niño prefirió perder uno de sus dientes de leche que volver a su terrible pasado, por lo que procedió en dárselo a antero. Noche tras noche seguía durmiendo con normalidad, hasta que el muñeco volvió a replicarle algunas palabras en mitad de la madrugada con mucha más fuerza.
-¡Tengo hambre! Quiero dientes, ricos y deliciosos dientes frescos.
Matías se levantó un poco asustado y ladeando la cabeza le dijo a Antero que no sabía dónde podía conseguir más. Con un tono amenazante Antero replicó:
-Si no me consigues dientes frescos ¡Tendrás pesadillas de nuevo!
– el niño lo ignoró y siguió durmiendo.
Esa noche no ha pasado nada en absoluto, pero los días posteriores tuvo pesadillas terribles. Durante el día si le perseguían perros soñaba que los mismos lo devoraban. SI había malas noticias en el televisor, era terrible porque le pasaban frente a sus ojos combinándolo con sucesos como asesinatos y muertes. Tras este hecho decidió comprar dientes de tiburón en la tienda y dárselos al señor antero.
Cuando llegó a su casa para complacerlo, se pasmó al ver como el señor Antero lo estaba esperando sentado en la cama. El muñeco ladeó un poco la cabeza y le dijo:
- No quiero dientes viejos ¡Quiero dientes frescos!
El chico desesperado y guiñendo un ojo, no supo qué hacer. Llegando la noche sabía que muchas cosas terribles iban a pasar, por lo que de la desesperación se arrancó uno de sus dientes de leche, aún no estaba flojo pero quería complacer al señor antero para que le diera su protección en el sueño. Esto pudo calmarlo durante días, pero sus peticiones no se acabaron, la semana siguiente no quería un diente, sino una docena.
- Si no me das 12 dientes, en el próximo sueño puedes morir
- Pe .. Pero Señor Antero ¿Dónde puedo conseguir tantos?
- Tus padres tienen 64 en total, si me los das todos no te pediré más nada nunca.
Era una petición riesgosa, pero un trato que consideraba accesible. Por lo menos sus padres no morirían pensó el chico. En una noche silenciosa y con un alicate se acercó a la cama de sus padres. Intentó arrancar el primer diente pero cuando lo hizo su padre se despertó desconcertado y adolorido. El niño de la desesperación lo golpeó varias veces con el alicate, mientras la madre se despertó y vio la terrorífica escena de su hijo perforando el cráneo de su padre mientras lloraba.
Unos años después el muñeco fue puesto en venta de Garaje por la esposa. El pequeño Matías fue puesto en un centro de rehabilitación y luego procesado a un manicomio de menores. El paradero de Antero no se sabe, pero es probable que esté haciendo más daño a personas con dientes de leche.
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