Dicen que en un bosquecillo remoto de la prefectura de Shimane, en Japón, yace un orfanato abandonado que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió de albergue a varios niños huérfanos. Su presencia allí, sin embargo, no se debía a la actitud desinteresada del gobierno. En realidad científicos alemanes habían hecho un trato para poder experimentar con ellos en secreto, en 1942.
No podían hacerlo en Alemania, pues temían levantar sospechas y manchar la reputación de su país.
Estos especialistas estaban convencidos de hacer encontrado el secreto para la inmortalidad en un área específica del cerebro, la cual designaron como «interruptor mental».
Cuando el interruptor mental era extirpado de la cabeza de una persona, esta podía conservarse joven para siempre y vivir de manera indefinida. Con motivo de extraerlo, todos los niños fueron sometidos a operaciones que les dejaron cicatrices en la cabeza. Algunos adultos, (vagabundos y gente sin hogar), también pasaron por dicho procedimiento, siendo enterrados en las cercanías al no poder sobrevivir en quirófano.
Tras varios intentos por llevar a cabo cirugías exitosas, los niños despertaban de las mismas sin presentar modificaciones de ningún tipo en su personalidad. Aparentemente.
Delante de los científicos se comportaban como chiquillos educados y tranquilos.
Pero una vez que eran dejados a solas con sus cuidadores, la pesadilla comenzaba. Los pequeños eran huraños y agresivos, desafiantes y problemáticos en todos los aspectos. Tomaron por costumbre jugar un popular juego llamado Kagome Kagome. Este consiste en que todos los niños forman un círculo tomados de las manos, mientras uno de ellos se ubica en el centro. A continuación, mientras los demás van girando, tienen que mirarlo fijamente y tratar de asustarlo haciendo muecas y caras horribles.
Si el chiquillo del centro se asusta, claramente pierde.
Cuando los chicos del orfanato se ponían a jugar Kagome Kagome, sus cuidadores juraban que sus rostros se volvían demoníacos y sumamente perversos.
Uno de ellos, al ser convencido por los pequeños de colocarse en el centro, enloqueció de miedo al ver como sus caritas angelicales se distorsionaban en semblantes repletos de maldad. Aquello no podía ser natural en ningún ser humano.
Lo más aterrador sobre ellos precisamente, es que aunque por fuera se volvían normales, por dentro su forma de ser era retorcida. Y si uno les miraba con la atención suficiente, podía descubrir las cicatrices entre su pelo, que evidenciaban lo que les había ocurrido con anterioridad.
Muchos cuidadores renunciaron de manera inesperada debido a estas malévolas criaturas.
Cuando la guerra concluyó, todos los trabajadores del orfanato abandonaron la institución de inmediato. Jamás se supo que ocurrió con los niños, si fueron reubicados en alguna otra casa hogar o llevados con familias adoptivas. Hay quien dice que hasta el día de hoy siguen viviendo allí. Nunca envejecen a causa de los experimentos a los que fueron sometidos, pero hace mucho tiempo que dejaron de ser niños.
Si te atreves a jugar con ellos, debes tener cuidado de mantener la compostura. Puede que pierdas la cabeza al ver lo que son realmente.
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