Hace cinco años, cuando tenía 15 años, mi mejor amigo era un chico llamado Devin que vivía en mi vecindario. Teníamos la misma edad y salíamos bastante. Nos encantaba salir a pasear de noche, pero como ninguno de nosotros tenía coche, jamás fuimos demasiado lejos.
El verano que Davin cumplió 16 años, sus padres le compraron un auto, así que esa noche salimos a conducir. Nos internamos en este camino de tierra y decidimos seguirlo y ver adonde iba a parar. No había mucho más que madera vieja. Y esta casa, que estaba claramente abandonada. La hierba nos llegaba hasta las rodillas y las ventanas estaban rotas. Decidimos ir a ver qué había dentro.
Devin no quería que su auto estuviera frente a la casa, en caso de que alguien pasara por ahí y sospechara que algo ocurría. A unos 200 metros de ahí, había un claro en el bosque en el cual nos estacionamos, caminamos de regreso a la construcción y cuando llegamos, noté lo que parecían tres agujeros de bala en la puerta principal. Eso me asustó un poco. Encendimos las linternas de nuestros teléfonos para explorar, pero no hallamos nada realmente emocionante. Solo un montón de basura y una parte del techo y el suelo que se estaban hundiendo.
Tras unos 20 minutos de mirar alrededor, optamos por irnos y justo cuando salíamos, una camioneta negra llegó. De inmediato corrimos al patio trasero. Desde ahí, me di una vuelta y vi que la furgoneta se había estacionado en frente de la casa. Un par de tipos salieron de los asientos delanteros y otro del asiento de atrás; no tengo idea de qué aspecto tenían pues estaba muy oscuro.
—Tráiganlo —escuché que uno de los tipos ordenaba a los otros.
Ellos abrieron el maletero de la camioneta y sacaron a un pobre diablo, que suplicaba que lo dejaran ir. Cuando entraron en la casa, Devin y yo intentamos escuchar lo que decían a través de la pared, pero el sonido estaba amortiguado. Tuvieron que transcurrir unos cinco minutos de conversación sorda, hasta que escuchamos lo que supongo, era el hombre del maletero estaba suplicando por su vida.
—¡NOOO! —gritó.
Luego un disparo resonó en la casa.
—Oh mierda —susurré.
—Corre —me dijo Devin.
Nos levantamos y corrimos todo el camino de regreso a su auto sin parar.
—Nunca volveremos aquí —me advirtió Devin, una vez que estuvimos dentro del coche.
—Demonios no, no lo haremos —susurré.
Devin me llevó a casa y durante el resto del viaje, nadie dijo una palabra. Actualmente, Devin y yo seguimos siendo amigos, aunque vamos a diferentes universidades. A lo largo de los años, probablemente solo hemos hablado de aquella noche unas pocas veces. Constantemente vuelvo a recordarlo y me pregunto, ¿quiénes eran esos hombres? ¿Qué hizo ese tipo? Lo que más me quita el sueño es suponer que, dado que la casa estaba a 2 millas de la vivienda más próxima, su cuerpo debe seguir allí.
Esta historia fue publicada originalmente en Reddit, por el usuario mane722.
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