Pamela se consideraba a sí misma como una mujer muy ocupada. A pesar de que no estaba casada ni tenía hijos, poseía un buen trabajo en una empresa de renombre, un coche del año y un apartamento que muchos envidiarían por su ubicación. Tales lujos desde luego, tenían que sostenerse con un trabajo arduo y constante.
Fue por eso que no le hizo gracia cuando aquella mañana, mientras se dirigía a su oficina, una gitana la detuvo a mitad de la calle muy angustiada.
—Tendrá que disculparme señora, pero es necesario que le lea el futuro —le dijo ella con urgencia—, he detectado en su aura algo terrible, que me hace pensar que podría estar usted en peligro.
Sin esperar su respuesta, tomó la mano de Pamela y analizó cuidadosamente las líneas de su mano.
—Sí, aquí hay algo, pero no puedo verlo con claridad —dijo la gitana—, tendré que echarle las cartas para averiguarlo. Pase usted a mi local y veremos si…
—No me haga perder más mi tiempo —le espetó Pamela desagradablemente—, no creo en estas cosas y no voy a dejar que usted me estafe.
Y sin más, prosiguió con su camino dejando atrás a la gitana.
Aquella tarde, Pamela se quedó pensando en sus palabras y mientras más le daba vueltas, más se angustiaba pensando en que aquella desconocida podía tener razón. Si era una charlatana no pasaba nada pero, ¿qué tal si decía la verdad? Después de todo, se veía muy asustada. Y a lo mejor ni siquiera quería cobrarle por el mismo motivo.
A la mañana siguiente, lo primero que hizo antes de llegar a trabajar fue visitar el local de la gitana. No la encontró a ella, pero si a una anciana que la atendió de inmediato.
—Mi hija me dijo que a lo mejor iba a venir —le confesó, sacando un sobre—, fue por eso que me dejó esta carta para usted. Dijo que era urgente que la leyese.
Pamela le dio las gracias y prosiguió pues, hacia su oficina, donde pensaba abrir la carta. No obstante, en el momento en que cruzaba la calle un camión dio la vuelta bruscamente en la esquina y pasó arrollándola. Fue un accidente terrible. La mitad del cuerpo de la mujer quedó destrozado y ella murió instantáneamente.
Mientras la policía inspeccionaba el lugar, uno de ellos se acercó al cuerpo y vio que aun aferraba en la mano un sobre. Dentro, había una carta que ponía lo siguiente:
Estimada señora:
Le escribo esto para advertirle que el día de mañana, no salga de su casa por ningún motivo, ya que morirá atropellada. Cuando no pasó a verme, decidí tirar las cartas por mi cuenta, ya que me inquietó mucho la mancha que vi en su rostro. El destino es inminente y debe usted tomar precauciones. Ojalá que cuando lea mi mensaje, no sea demasiado tarde.
Al leer estas líneas, el policía sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo, pero no quiso comentar nada con sus compañeros.
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