Descripción: Tres hermanos acuden a la lectura del testamento de su padre esperando ser ricos, sin imaginar que el viejo les preparó una sorpresa diferente.
Personajes: Abogado, Roberto, Magda, Luis
ACTO ÚNICO
Tres hermanos se encuentran sentados en la oficina de un notario. Se trata de dos hombres y una mujer. Todos van vestidos de negro y se ven ansiosos. De pronto, entra el abogado de la familia y toma asiento frente a ellos.
Abogado: Buenas tardes tengan ustedes.
Los tres le responden.
Abogado: No los demoraré con formalidades. Sabemos muy bien que han venido a conocer los pormenores del testamento de su señor padre, que en paz descanse. De modo que procederemos a ello.
Magda: ¡Finalmente!
Abogado: Como bien saben, el señor Urrutia era poseedor de una gran fortuna, entre la cual se encontraban sus tres principales propiedades, la mansión Urrutia-Villareal, el rancho Urrutia y el edificio de condominios que regentaba antes de su muerte.
Luis: Por supuesto, eso lo sabemos bien, ¡al grano, por favor!
Abogado: En lo que a la cuenta grande respecta, con excepción de sus fideicomisos, su señor padre estableció que el resto del dinero se donará a una institución de caridad para niños huérfanos.
Roberto: ¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! ¡Son quince millones, por Dios!
Abogado: Guarde la compostura, joven. Así quedó establecido en la última voluntad del señor Urrutia. Me temo que de nada le servirá ofuscarse tanto.
Magda: Pero, ¿no hay nada qué podamos hacer para apelar eso?
Abogado: Nada. Más no se preocupen ustedes, les recuerdo que todavía cuentan con tres propiedades que por sí solas, valen una buena fortuna.
Luis (malhumorado): Faltaba más, ese viejo siempre fue un avaro cuando de su dinero se trataba. Y ahora tener que regalarlo todo.
Abogado: La primera propiedad pasará al mayor de ustedes, el señor Rodrigo. El edificio de condominios.
Magda: ¡La más cara para él! ¡Qué injusto!
Rodrigo sonríe con presunción.
Abogado: A usted, Magda, su padre le ha dejado la residencia Urrutia-Villareal donde se crió. Y a usted, joven Luis, le pertenecerá el rancho.
Luis: ¡Claro! Como soy el menor, me toca lo más barato.
Abogado: Hay un único detalle. Todas las propiedades están sujetas a una hipoteca del banco, pues su padre estaba al punto de la quiebra. Ahora sus deudas se han vuelto las suyas. Pero podrían salvarlas con los fideicomisos que también han heredado; si los prestamistas aceptan un pago de prórroga. Si se esfuerzan, podrían saldar cuentas en unos veinte años, a lo mucho.
Los tres hermanos se quedan muchos de incredulidad.
Roberto: ¡Pero eso no puede ser posible! Debe haber un error.
Abogado: Bien, pues esas han sido las disposiciones de su difunto padre.
Magda: ¡Espere, no nos puede hacer esto! ¡Son demasiadas deudas!
Abogado: Me temo que eso no es ya parte de mis asignaciones. Aunque si gusta entablar un juicio, con gusto podría prestarle mis servicios. Pero ya le advierto, cobro bastante por mis honorarios.
Luis: ¡Esto es culpa tuya! (A Roberto) ¡Siempre hostigando al viejo! ¡Por eso se vengo de nosotros!
Roberto: ¿Yo? ¡Si eras tú quien todo el tiempo le gritaba!
Magda: ¡Los dos tienen la culpa!
Los hermanos se quedan discutiendo entre ellos mientras el abogado se retira.
FIN
¡Sé el primero en comentar!