Existe una oscura experiencia que muy pocos han podido esclarecer hasta el día de hoy. La misma tuvo lugar en el hospital Cedar Senai de Estados Unidos, durante el año de 1972. El personal de la clínica se alarmó al ver aparecer a una mujer vestida solamente con una bata blanca, en la que había prominentes manchas de sangre. Pero eso no era lo más aterrador de su aspecto.
La desconocida tenía facciones rigídas y muy artificiales. Tanto así, que ni siquiera se veía como una humana. Quienes lograron verla, la describieron más bien como una especie de maniquí. Lo que era peor, cuando le hablaban no reaccionaba ni decía una palabra. Parecía estar como en shock.
Era capaz de mover sus brazos y piernas como cualquier persona, pero no tenía cejas y su cara estaba repleta de maquillaje.
Los doctores decidieron llevarla hasta una habitación, mientras trataban de averiguar si era una paciente del hospital o había habido algún accidente en las cercanías. Ella no se resistió. Los empleados que permanecieron con ella en el cuarto, sin embargo, no soportaban estar más de unos segundos. La apariencia y la mirada inmóvil de esa mujer les helaban la sangre.
Finalmente, uno de los médicos intentó sedarla y la mujer reaccionó enloquecida. Dos enfermeras tuvieron que sostenerla con fuerza para impedir que lastimara a alguien. Después, sus ojos se volvieron hacia el doctor con una malicia horrible. Y sonrió.
Las enfermeras gritaron y retrocedieron al mirar su gesto. No era aquella una sonrisa normal: dentro de su boca había dientes afilados y muy largos, tanto así que la mujer no podía cerrar los labios sin herirse. De hecho estaba llena de sangre.
—¿Qué demonios es usted? —le preguntó el médico, mientras las enfermeras corrían para dar aviso a seguridad.
La desconocida se acercó a él y apoyó la cabeza en su hombre, como lo haría una enamorada, sin dejar de sonreír. El hombre se quedó paralizado, lleno de miedo. Después de lo que pareció una pausa eterna, la inexpresiva lo mordió con fuerza en la yugular, destrozando su cuello y causándole una herida mortal.
En tanto el médico se ahogaba en su sangre, ella volvió a inclinarse para hablarle en el oído:
—Yo… soy Dios —le susurró.
Acto seguido, la mujer salió de la habitación para devorar a los miembros del personal que se interpusieron en su camino. Dicen que hubo una auténtica masacre aquel día, pero los medios no hablaron acerca de ello por evitar un escándalo. Uno de los supervivientes de ese terrible incidente apodó a la extraña mujer como «la inexpresiva», debido a su horrible cara artificial.
Aunque se hicieron las investigaciones pertinentes, nadie nunca volvió a saber de ella. Y si lo hicieron, prefirieron callar, pues es bien sabido que muchas veces el gobierno prefiere ocultar ciertas cosas bajo la alfombra.
¿Quién habrá sido esa terrible desconocida? ¿Qué era y de donde provenía? ¿Volverá a hacer aparición en nuestros días? Es mejor no conocer la respuesta a esta última cuestión.
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