Personajes principales: Cindy y Nika.
Personajes secundarios: Iván, el padre de Cindy.
Nika, era una perrita muy tímida. Fue un regalo que le hicieron a Cindy por su cumpleaños.
A Cindy le encantaba ver cómo le rebotaban de arriba a abajo sus pequeñas orejas peludas cada vez que sus pasos sucedían. Su hocico era de un color rosado y eso, para Cindy resultaba ser muy especial porque creía que la mayoría de los perros tenían un hocico muy típico y común de color negruzco. Menos los gatos, ellos también le resultaban muy especiales. A Cindy le parecía especial todo lo que estuviese particularmente fuera de lo común y lo normal.
Cindy estaba jugando en el jardín de su casa. Jugaba con una muñeca a la que todavía no le había dedicado ningún nombre. Sus ojos eran de cristal y no tenían dibujada en éstos ningún tipo de pupila.
A su padre, que se llamaba Iván le daba un poco de miedo que los ojos de esa muñeca fuesen tan oscuros, aunque a decir verdad, a papá le daban miedo todas y cada una de las muñecas que puedan existir en todo el mundo. Eso a Cindy, le divertía bastante.
Una vez, papá dormía en el sofá. Éste roncaba como un tronco y a Cindy no se le llegó a ocurrir otra cosa que entrar de cuclillas al salón donde papá estaba. Ató un hilo sin hacer ningún ruido, alrededor de la cintura de su muñeca de ojos oscuros. Como había una lámpara junto al sofá de papá donde él dormía, enganchó a la muñeca sobre ésta, dejándola colgada como si ésta lograse levitar por encima de su cabeza.
Papá seguía roncando, roncando y roncando, así que no se estaba enterando de absolutamente nada mientras Cindy aprovechó y se escondió tras la puerta del salón.
Las horas pasaban y pasaron, o por lo menos eso creía ella, que eran horas. Pero tan sólo habían pasado unos diminutos instantes, unos segundos. Cindy esperaba con entusiasmo ese momento en el que papá despertaría, que a continuación de ello pudiese llegar a darse un susto de muerte al ver la muñeca colgando. Pero nada, que papá no se estaba despertando.
Cindy comenzaba a desesperarse porque su plan no estaba funcionando tal y como lo había organizado. Dejó de mirar por la rendija de la puerta, dejándose caer en el suelo resoplando y pensando que todo le salía mal. No tenía paciencia.
Fue entonces cuándo escuchó un »¡PLOF!» que la sobresaltó. Dio un bote de ilusión y para comprobar lo que estaba ocurriendo miró de nuevo por la rendija de la puerta. Creía en la posibilidad de que papá acabase de despertar y que ese golpe pudiese haberlo causado ella gracias a su plan maravilloso.
Pero lo que se encontró en cuánto se asomó por la rendija de la puerta, no era a su padre asustado y despierto, no. A quién vio era a la del hocico rosado, a Nika, mordisqueando la cara de su muñeca a la misma vez que movía la cola sin parar.
A veces, cuántos más planes haces más posibilidades existen de que te pueda suceder todo lo contrario o, como en el caso de Cindy, que se vuelva todo contra ella y surja el desastre.
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