Descripción: Obra corta romántica. Todas las tardes, Adela toca en su piano una triste canción. Pero las cosas cambian cuando empieza a encontrar rosas en su ventana.
Personajes: Adela, Matías
PRIMER ACTO
Adela, una joven guapa pero de mirada melancólica, entra en escena y se dirige hacia su piano, en el cual se sienta para tocar una triste melodía. La música inunda el escenario por un par de minutos, hasta que ella suspira y mira hacia la ventana.
Allí, esperándola, hay una rosa amarilla muy hermosa.
Adela: Otra rosa… (se acerca para tomar la flor y se asoma por la ventana). Que raro, si no hay nadie.
Adela juega con la rosa entre sus manos y acaricia sus pétalos.
Adela: Todos los días, alguien deja una rosa amarilla en mi ventana mientras estoy tocando. Y yo me quedó tan ensimismada en la música que no me acuerdo de mirar.
Sonríe y deja la rosa en un jarrón lleno de rosas iguales.
Adela: ¿Será que algún día podré conocer a quien viene a visitarme?
Vuelve a sentarse al piano y se pone a tocar de nuevo.
SEGUNDO ACTO
Ahora, la melodía tocada por Adela se escucha a lo lejos. En el escenario se ve el salón de estar de Matías, un joven ciego que se sienta junto a la ventana para escuchar, con una sonrisa triste en los labios.
Matías: Me encanta escucharla tocar. Es una lástima que jamás podré mirarla.
Se acerca a la ventana y suspira.
Matías: Adela… desde que escuché tu dulce música no he dejado de pensar en ti, preguntándome como eres, porque se escucha tanta tristeza en tus melodías.
Matías se aleja de la ventana, con ayuda de su bastón.
Matías: ¿Pero a quién engaño? Ni tú ni nadie se fijarían en un chico como yo, así no valgo de nada.
Va hasta una cómoda, en la que tiene una vasija llena de rosas amarillas y coge una.
Matías: Ustedes son mis únicas amigas, las únicas que me ayudaran a expresarle cuanto la adoro.
TERCER ACTO
Adela se encuentra en su piano tocando de nuevo, mientras una mano se acerca silenciosamente a su ventana para dejar una flor. Ella mira por encima de su hombro lentamente y se detiene.
Adela: ¡Oye!
La mano se aleja a toda prisa de la ventana. Adela se levanta y va hacia ella.
Adela: ¡Espera, no te vayas! Ven aquí por favor.
Matías se vuelve a acercar, avergonzado.
Adela: Tú eres quien ha estado dejando todas estas rosas, ¿verdad?
Matías: Sí, soy yo. Lo lamento, no quería molestarte.
Adela (sonriendo): No me molestas, siempre me pregunté quien sería el que venía a visitarme todas las tardes. ¿Te gusta la música?
Matías: Me encanta, escucharte tocar alegra todas mis tardes. Pero no puedo evitar sentir que hay cierta tristeza en tus canciones.
Adela: Las toco para mi padre, quien hace un año falleció. Él era pianista y me enseñó a apreciar la belleza de este arte.
Matías: Lamento mucho tu pérdida.
Adela: Me sentía muy sola… hasta ahora. Debo confesar que tus rosas también alegran mis días.
Matías (apenado): Yo… muchas gracias.
Adela: ¿Te gustaría entrar?
Matías (sonriendo): Será un placer.
FIN
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