Cuento enviado por: Sarai Reyes
Había llegado el día de emprender el viaje sin retorno a donde sería nuestro nuevo hogar, un lugar al que llamaban Forks. El viaje llevaba unas cuantas horas que a mi parecer fueron años, sin embargo todo parecía estar bien, hasta que el auto sufrió un pequeño percance y nos obligó a detenernos en medio de la carretera donde reinaban el abandono y el olvido, un sitio que parecía no tener nombre y gente que lo habitara; un par de horas más tarde un señor se detuvo frente a nosotros ofreciéndonos auxilio y hospedaje, por supuesto, mis padres aceptaron de buena gana, y así fue como llegamos a aquel extraño lugar donde la gente temía por sus vidas ante seres sobrenaturales y leyendas urbanas en las que regían sus leyes y principios de supervivencia. Aquí es donde comienza la verdadera historia, que sólo yo soy capaz de contar.
Nos hospedamos en una antigua posada, en la que sus habitantes llevaban más de una generación establecidos ahí, no es de extrañarse que por las noches se reunieran a comer y contar historias de terror típicas de lugares tétricos y lúgubres. Cada uno de ellos tenía rasgos similares a criaturas insólitas, y un tono de voz siniestro que parecía proceder de los cantos de la noche. Nos sentamos frente a la vieja chimenea lanzando recuerdos al fuego para avivarlo, cuando de pronto el silencio colmó la habitación en la que nos encontrábamos todos reunidos, y de la gran ventana surgieron de entre las sombras rostros de hombres en pena y con un sonido procedente del inframundo rogaban entre llanto y lamentos piedad por sus almas, todos los habitantes de la posada estaban atentos e impávidos ante tal acontecimiento, pero mis padres y yo quedamos completamente atónitos y temerosos, mi madre quien no podía creer lo que estaba sucediendo gritó horrorizada, pero inmediatamente uno de los inquilinos estranguló su tortuoso lamento cerrándole con gran fuerza la boca y pidiéndole amablemente que guardase silencio si no deseaba morir, mi padre y yo entendimos el mensaje al instante. Todo había terminado tras unos cuantos minutos de espera, y aquellos seres se marcharon dejando tras de sí pánico y escepticismo; mis padres querían marcharse inmediatamente, pero al ir dirigiéndonos a la puerta el dueño de la posada nos negó con total brutalidad la salida refiriéndose con clara ansiedad a que aún no terminaba el paseo de las almas y que si no deseábamos formar parte de ese monstruoso acto era mejor que esperáramos con ellos, mis padres pidieron una explicación de lo que estaba pasando y el dueño de la posada nos pidió que volviéramos a la habitación para contarnos el más grande legado de aquel pueblo sin nombre. Uno a uno los inquilinos tomaron su lugar frente a la chimenea nuevamente, la leyenda cobraría vida en boca de su propietario aterrorizando a sus nuevos huéspedes, nosotros.
El propietario de la posada estaba a punto de relatarnos la leyenda que dirigía sus vidas “El paseo de las almas”. – Hace mucho tiempo atrás en la época de la santa inquisición, cuando la tortura era la purificación del alma, en este pequeño pueblo existía una secta que se regía por la palabra de un profeta, o al menos ellos así lo veían, un ser misterioso y lleno de sabiduría insólita que proclamaba un mensaje de salvación para las almas arrepentidas, aquellos que se revelaban o cometían pecado ante sus ojos tenían que morir, no sin antes librarlos del mal que habitaba en ellos. El ritual de purificación se llevaba a cabo en el sótano de la iglesia donde las reuniones de la “Secta de sangre” eran celebradas, en ellas se emitía un juicio unánime sobre quien debería ser su próximo consagrado, a quien proporcionarían la salvación de una vida llena de pecado regalándole la inmortalidad de su alma.
Durante el día los devotos proclamaban su mensaje a los paganos, suplicándoles arrepentimiento y que se entregaran en cuerpo y alma a su profeta; quienes se negaban a hacerlo eran marcados como sacrificio listos para el juicio, y durante las noches se reunían para argumentar sus casos, aquel profeta era quien emitía la orden de allanamiento para reclamar el alma del elegido. Todas las noches alguien del pueblo desaparecía sin dejar rastro de existencia, aquellos que no deseaban morir terminaban por unirse a la “secta de sangre” o simplemente huían antes de que fueran los próximos. Cuenta la leyenda que durante las noches se oía un réquiem procedente del sótano acompañado por gimoteos y lamentos.
El tiempo siguió su curso hasta que trajo consigo la muerte del Profeta, nadie supo exactamente cuál fue el motivo y tampoco el paradero de sus discípulos; pero a partir de ese momento una noche de cada mes trae consigo las almas abatidas de quienes fueron torturados hasta la muerte suplicándonos liberación y reivindicación.-
El propietario concluyó su historia con una advertencia – Nadie debe salir o entrar durante esa noche o su alma misma correrá el riesgo de vagar junto a ellos no sin antes sufrir el mismo destino de purificación; así que les suplicó que cada uno de ustedes vuelvan a sus habitaciones y rueguen por que amanezca lo más pronto posible-. Todos los habitantes de la vieja posada acataron la orden sin reproche, pero mis padres no pensaban lo mismo. Durante la noche, en la alcoba que se nos había asignado con anterioridad, mis padres planeaban salir a hurtadillas e ir por el carro para marcharnos lo antes posible, me pidieron que me quedará a vigilar y en caso de que alguien entrará a la habitación que excusará su ausencia; sólo habían transcurrido un par de minutos cuando fuera de la habitación se escuchaban voces discutiendo entre susurros y un par de sollozos, no pude evitar sentir curiosidad por lo que estaba pasando, así que espere el momento indicado para salir de la habitación y seguir el ruido de los pasos a través de la posada, estos cesaron al llegar a las escaleras que conducían al sótano y la puerta estaba abierta.
No pude evitarlo, tenía que descubrir lo que estaba pasando, así que entré a escondidas y me coloqué detrás de una gran pila de cajas viejas y desechas, la habitación estaba llena de aparatos de tortura, cuerpos arrumbados y deteriorados, las paredes manchadas de sangre y frente a mí un viejo altar donde se derramaba la sangre de personas inocentes, simplemente no podía creer lo que estaba ante mí, entre en pánico no sabía qué hacer; mis padres habían sido elegidos.
Nota: Aún falta de publicar la segunda parte, espero que sea bien acogida por el público sólo así podría publicar la segunda parte. Mi nombre es Sarai Reyes. Gracias por su atención.
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