Autor: Guillermo Gallego (fan del blog)
Una historia que nace en el momento que Carmen, una pequeña de nueve años, conoce al general Argentino José de San Martín, cuando este desembarcó en Colombia para su encuentro con Bolívar.
Hoy, Carmen, ya tiene 27 años, y un recuerdo imborrable en su memoria y en su corazón.
Ramírez, un médico de 35 años, ferviente defensor de los ideales bolivarianos, cuyo mayor deseo es el de conquistar el corazón de Carmen, no logra otra cosa que desenmascarar un amor platónico existente en lo más profundo del alma de la joven colombiana.
Para su representación se recomienda escenografía, utilería y vestuario neutro. Música de la época.
RAMÍREZ: “Mi partido está irrevocablemente tomado: una vez instalado el primer congreso del Perú, me embarcaré para Chile…” No es eso “arrogancia”?
CARMEN: Honor, tal vez.
RAMÍREZ: Honor!? Abandonar una lucha, no es honorable. Los destinos de los pueblos dependen del coraje de sus gobernantes. No parece muy oportuna su partida.
CARMEN: También es de un hombre de coraje desprenderse de sus glorias.
RAMÍREZ: No tenía que hacerlo, solo debía enfrentar la realidad y luchar por sus ideales.
CARMEN: Permítame preguntarle: Cual realidad? La de saber que sus débiles tropas no correrían con buena suerte si no contaban con los refuerzos bolivarianos? Cual realidad? La de observar que sus glorias no pisaban con firmeza en los planes de quien lo trataba con “enérgica delicadeza”, según él mismo propagaba?
RAMÍREZ: Enérgica delicadeza… Señorita…
CARMEN: Sí. La mejor excusa. Tenía que darla claro, un cortés caballero no podía permitirse ordenar a otro de igual o mayor reconocimiento patriótico… Discúlpeme, doctor Ramírez, pero considere que el General Bolívar, actuó con el singular desprecio que le exigía su ambición.
RAMÍREZ: Había otras razones además… ordenadas por el Congreso…
CARMEN: Cree eso? Nada había ordenado el Congreso. Si siquiera hubiera estado al tanto de los acontecimientos…
RAMÍREZ: Claro que lo estaba! Los congresistas entendían perfectamente que el general no podía abandonar sus propias tierras. Hubiese sido un caos. Todo un ejército en manos de ineptos; tropas que al menor barullo se verían plausiblemente desconcertadas.
CARMEN: El general siempre ha estado conciente de que tenía al Congreso de Colombia a sus pies. Cualquiera hubiese sido su decisión, los congresistas no hubieran dudado en autorizarla.
RAMÍREZ: (Enérgico) Y nuestro territorio! (Rescatándose) Debería dejar por un momento sus sentimientos a un lado. La guerra no se gana con corazones calientes…
CARMEN: (Revelada) Qué quiere decir, usted? Cómo puede insinuarse a mis sentimientos? Qué sabe usted, doctor Ramírez, del latir de mi corazón?
RAMÍREZ: Disculpe, pero entiendo que basta con observarla cuando al general del sur se refiere. Su rostro resplandece. Y debo decir, que parecieran sus sentimientos un obstáculo a su razón.
CARMEN: Usted cree…?
RAMÍREZ: No creo… estoy convencido…
CARMEN: De que…
RAMÍREZ: Su amor por el sureño…
PAUSA. LA MUJER LO MIRA CON SORPRESA
RAMÍREZ: No es deshonra, Señorita Carmen. Pero…
CARMEN: (Serena) No siga. Por favor. Es humillante lo que acaba de decir, doctor Ramírez. Debería usted… reconsiderar sus deducciones.
RAMÍREZ: Señorita, mis deducciones son irrelevantes. Mi presencia en esta casa ya no es conveniente. El propósito de esta visita no era precisamente el de molestarla. Solo creí oportuno ofrecerle mis sinceros… (Se detiene)
CARMEN: Termine…
RAMÍREZ: Mejor sería retirarme.
CARMEN: Como usted quiera, pero sus hirientes palabras quedarán flotando en el aire de esta casa si no es capaz de enmendar lo que ha vertido con ellas. De alguna manera usted, ha lastimado mi dignidad…
RAMÍREZ: No fue esa mi intención.
CARMEN: Claro, lo sé. Por eso es que tiene usted la oportunidad de revertir sus dichos.
RAMÍREZ: Sería para mí un consuelo reconocer que en su corazón no habita la figura del general San Martín. Únicamente de esa forma podría expresar mis sentimientos hacia usted, señorita Carmen.
PAUSA
CARMEN: Aquel día, en que San Martín desembarcó en la costa de Colombia, su propósito era terminar de una vez por todas con las agotadoras batallas. Solo vislumbraba la posibilidad de que Bolívar aceptara su propuesta y juntos, pudiesen determinar la libertad de toda Latinoamérica.
RAMÍREZ: Bolívar no aceptó ser su jefe, por eso tuvo que partir hacia el Perú, organizarse y retirarse hacia tierras chilenas.
CARMEN: Tal vez, el acto más heroico del General argentino.
TENSA PAUSA
CARMEN: Era un día soleado, centenares de banderas colombianas y soldados de a caballo le rindieron homenaje a su llegada, acompañándolo hasta el palacio. En el momento que descendió del bergantín, yo estaba parada frente a él. Tenía en mis manos una corona de laureles y oro, que brilló con el sol casi hasta cegar su mirada; sin embargo, la figura circunspecta y adusta de un hombre elevado hasta su grandeza infinita, fue lo que cautivó la admiración de una niña de apenas doce años.
RAMÍREZ: Y desde aquel día…
CARMEN: Aquél 26 de Julio de 1822, ese general tan poco sonriente, no aceptó mi corona, y dijo a mis oídos: “creo no ser merecedor de semejante homenaje”… Ese era San Martín, un ser elevado más allá de los laureles, lejos del oro y de los honores fastos. (Pausa) Jamás lo volví a ver. Pero ese instante fugaz atravesó íntegramente mi alma; sus manos frías, su mirada dura, su olor a las aguas del mar, y el sonido de su voz, inquietante, susurrante, como el ruido que sale del encierro y rompe el silencio. (Su voz se quiebra pero Carmen no pierde su entereza)
RAMÍREZ: Señorita Carmen, acaso en su…
CARMEN: Algo sucedió en mi corazón. Conciente soy de que no caben razones para enamorarme de un hombre como él, es por eso que el amor no ha inundado jamás mi alma; no doctor. (Toma un corta papel.) Pero tampoco puede la razón descifrar mis sentimientos, apenas era una niña incapaz de apasionarse por amor a persona alguna. Pero, es también mi razón la que me confunde y me lastima, la que me atormenta y no me deja vivir. (Pausa. Mira a Ramírez) Sé muy bien que usted, doctor Ramírez, es bien merecedor del más profundo amor que esta joven mujer pueda sentir. (Lleva el cortapapel a su vientre) Sus sentimientos me honran, doctor… (Entierra el cortapapel en su vientre. Ramírez queda tieso ante la situación. Carmen cae desplomada. Ramírez se arrodilla a su lado en un grito ahogado.)
MUSICA FINAL
OSCURO TOTAL
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