Los colegios y escuelas públicas, son lugares que se pueden tornar en sitios oscuros y lúgubres, a pesar de la alegría de los niños que estudian en ellos. Todos hemos escuchado hablar acerca de fantasmas o hechos inexplicables que llegan a ocurrir en este tipo de instituciones. Algunos de ellos se repiten con más frecuencia de lo que imaginamos.
Hoy vas a conocer cinco leyendas de terror sobre escuelas, que incluso pudiste llegar a escuchar en tu infancia. Quién sabe, quizá, reconozcas que alguna de ellas ocurrió en tu propio colegio.
¿Quieres jugar conmigo?
Ángela venía escuchando la misma leyenda desde que estaba en primer grado de primaria. Nadie, nunca se atrevía a subir solo al Salón de Artes, que estaba en el último piso de la escuela. ¿La razón? Una niña se aparecía ahí. Nadie sabía porque o como había muerto. El caso es que la chiquilla estaba esperando a que alguien fuera a hacerle compañía y para aceptar ese desafío, uno simplemente tenía que entrar en el aula, dirigirse al pizarrón y escribir tres palabras sencillas:
¿Quieres jugar conmigo?
Insegura, Ángela terminó de subir las escaleras hasta el piso final y entró en dicho salón. Había dicho a sus compañeras que ella no creía en esos cuentos y se los iba a demostrar. Pero en el fondo, no podía negar que sentía algo de miedo.
El aula estaba sola y muy silenciosa. Ángela tomó una tiza y escribió la temida frase en el pizarrón. Espero. No pasaba nada. Ya sabía que eran puras tonterías.
De pronto, al darse la vuelta para salir se quedó paralizada. Al fondo de la clase, una niña pálida y vestida con un uniforme antiguo, la miraba penetrantemente. Sus labios esbozaron una horrible sonrisa, estirando la piel putrefacta alrededor de su boca. Tenía el rostro deformado y la ropa salpicada de sangre. Todo lo que salió de sus labios fue una simple palabra.
—Sí.
Ángela gritó antes de que la niña se abalanzara sobre ella. Nadie volvió a verla a partir de ese día.
El fantasma de la maestra
Todos conocían la historia. El salón bodega, ese que estaba al final del pasillo en la planta baja de la escuela, hace muchos años había sido un aula más. Ahí, solía dar clases una maestra muy joven y guapa, pero mentalmente inestable. Un día, la pobre mujer decidió quitarse la vida y se colgó del techo. Ocurrió justo después de su última clase, cuando ya todos los estudiantes se habían ido a casa. Pasó la tarde y la noche enteros ahí.
Por la mañana fue encontrada por un conserje y la directora del colegio ordenó que se llevaran el cuerpo. Trataron por todos los medios de manejar el suicidio en secreto, sin embargo, de alguna manera el rumor se extendió por todo el centro educativo.
Jamás se supo porque aquella profesora había tomado una decisión tan cruel.
Tiempo después su salón se convirtió en un simple espacio para almacenar útiles escolares, uniformes, material de los maestros… y es que había niños que, tras atreverse a escapar de sus clases para abrir la puerta, se habían topado con el fantasma de la maestra, que les sonreía macabramente.
La niña de los baños
Edith se encontraba sola en el baño. Había pedido permiso para ir en medio de la clase de matemáticas, pero como no quería ir hasta el patio, donde estaban los principales, optó por ir a los tercer piso. Aunque eran los más cercanos casi nadie los usaba.
Después de hacer sus necesidades, la chica se lavó las manos. Estaba enjuagándose cuando de pronto, notó un movimiento en el espejo. Miró el reflejo y se dio cuenta de que, en el último cubículo, asomaba la cabeza de una niña que la estaba mirando. No podía verle el rastro completo, solo sus ojos y la parte superior de su cara estaban visibles.
La alumna sintió un escalofrío y se dio la vuelta lentamente… el cubículo estaba vacío.
Asustada, Edith salió corriendo del baño mientras a sus espaldas, escuchaba una voz burlona, macabra e infantil, que emitía unas risas inquietantes.
El diablo en el colegio
La escuela de Joel era privada y había sido fundada por unas monjas, hace ya unas cuantas décadas. Como en todos los colegios religiosos, los alumnos tenían una clase especial para que les hablasen de Dios, se hacían misas en los eventos especiales y siempre tenían que persignarse frente a las imágenes de Jesús en señal de respeto.
Cierto día, mientras todos estaban en clase, Joel salió al baño y notó que un par de maestras estaban muy nerviosas, fuera de la capilla. Se ocultó tras una pared para escuchar lo que decían. Al parecer una niña se había encerrado dentro de dicho salón y hace horas que no podía salir. Lo que era peor, escuchaban golpes, gritos y risas con una voz que no era la de ella. Y estaban seguras de que estaba sola. No podían abrir la puerta.
En ese momento, el sacerdote del colegio llegó en compañía de la directora para rezar fuera de la capilla y esparcir agua bendita. El escándalo finalmente cesó y las mujeres entraron para sacar a la niña. Estaba inconsciente, llena de arañazos y golpes.
Más tarde, Joel contó lo que había visto a sus amigos y uno de ellos recordó que los alumnos mayores siempre decían que años atrás, había tenido lugar un exorcismo en la capilla. El diablo se había aparecido allí, no obstante, jamás se había ido. Había quedado encerrado en uno de los cuadros que colgaban de las paredes.
Debía haber sido él quien poseyó a la niña, de la que todas formas, nunca volvieron a saber pues la dieron de baja del colegio.
La escuela antes era un cementerio
Cuando Gerardo llegó al segundo año de secundaria, conocía tan bien como el resto de los niños esa leyenda que parecía repetirse en todas las escuelas. Antes, el terreno en el que se había construido solía ser un cementerio, pero las autoridades se habían hecho de la vista gorda al momento de edificar la escuela. Ahora muchas almas en pena vagaban por los pasillos, inquietas por los niños y los maestros que sin querer habían interrumpido su descanso eterno.
Puras tonterías. O al menos eso era lo que él pensaba hasta aquel día.
Él acudía a clases durante el turno vespertino, por lo cual a la salida estaba a punto de anochecer. Los alumnos se fueron retirando lentamente del plantel educativo, pero él se quedó un poco más en el salón por ayudarle a la maestra a limpiar el pizarrón y organizar el material que habían utilizado.
Ya se dirigía a la salida, cuando escuchó que alguien le chistaba. El chico se dio la vuelta pero no vio a nadie. Pensando que habría sido su imaginación, siguió con su camino.
Entonces una voz extraña, tan bajita que no pudo distinguir si era de un hombre o una mujer, lo llamó de una manera que le dio escalofríos:
—Gerardo…
El joven volvió a mirar a sus espaldas y al comprobar que estaba solo, huyó de ahí, pálido y asustado. Poco después comprobó que en el caso de su escuela, la leyenda era cierta: la habían construido sobre un panteón.
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