-Levántate Martín, si salimos más tarde mamá no nos dejará ir, y menos ahora que me odia-Le sugirió sutilmente María, de 7 años a su hermanito de 6.Casi era invierno en Allenville, y en la pradera inmediata al jardín de su casa, se veían a los lejos diminutas criaturas con desproporcionadas colas rojas.
-¿Martín? ¡te dije que no te acostaras tan tarde ! ¡por tu culpa tendré que esperar otro año para ver a las ardillas ! ( increpaba molesta mientras abrazaba un peluche casi idéntico a las ardillas reales)-. María se arrodilló en el suelo y posó su rostro justo en frente de Martín, y tercamente le susurraba con una insistencia casi mecánica:lévantate, levántate,levántate,lev…
-Está bien-susurró por última vez, como si fuera el último de los secretos antes de emprender un largo viaje-te dejaré dormir, pero cuando despiertes tendrás que decirle a mamá que tú fuiste el que manchó la alfombra- le besó en la mejilla y salió de la habitación. Martín dormía, pero tenía pesadillas, sus cejas formaban una extraña curva de sobresalto que difería del resto del rostro, como una isla de dolor en un océano de negación, como un duelo interno que se libró durante la noche y se postergó hasta la mañana. Una ínfima lágrima que no alcanzó a usar su mejilla como columpio se evaporó entre sus pestañas.
-¡Vete ya !, ¡furcia malnacida ! ¡ lárgate ! ¡cerda hija de puta! ¡si te vuelvo a ver en su cuarto te arranco los ojos y se los doy a los cuervos! ¡te vas a podrir
María decidió permanecer en la escalera y no bajar, sus padres recibían el albor entre una cáldida discusión ( al igual que los últimos dos días) y sentía una extraña sensación de culpa; escuchar los alaridos casi bovinos de su padre y los chillidos disonantes de mamá le producían unas contracciones en el pecho incluso peores que las que sintió cuando Carlos, su compañerito e hijo de la maestra Stark, y quién ella creyó que fue su nuevo novio el día que la defendió de los granujas que siempre le insultaban por tener cabeza de » televisor»( por la forma de su cráneo) ,se dio un fugaz beso con Linda, su vecina y amiga ( la única). Ese día la pequeña María tuvo su primer encuentro con el dolor, con el dolor maduro, viceral , de ese que no es un dolor de muelas ni un palmadón de papá. La acústica de toda la casa era desconocida para ella, a veces le parecía que estaba en un enorme cine y ella era la protagonista ( ella soñaba que era actriz y el co-protagonista era Carlos, aún después de lo de Linda); se sentía inmersa en una escena atestada de espeso silencio sólo interrumpido los gritos del primer piso, y por lo que para ella sonaba como una «Palpitación»-Mami, ¿las casas tiene corazón?- pensó en preguntar luego de que La señora allen no estuviera enojada y triste…y desesperada.
Unos pasos que más parecían golpes al suelo retumbaron por la escalera y la vibración llegó hasta María, ella se escondió tras de la biblioteca y desde allí vio como su padre sin preguntar, entró a la habitación, tomó a Martín por los hombros y lo cargó hasta marcharse en el auto. ( no sin antes oir a mami implorar que no lo hiciera, no sin antes escuchar llorar a Martín que parecía no entender) Ella sintió miedo, por papi, por mami, por Martín, porque no entendía, por el silencio que ella seguía sintiendo sin si quiera pensarlo, por las palpitaciones…
-Mami?- Preguntó María tan tenue e insegura que parecía no querer ser escuchada en realidad. Su madre daba vueltas por el living mientras hacía sonidos que se asemejaban a gemidos robóticos ininteligibles.
-Mami?-preguntó de nuevo.
(Cuando Mami no tomaba las pastillas aparecían sujetos que María jamás veía, pero con los que mamá en las noches discutía; a veces les arrojaba objetos, a veces incluso los vecinos llamaban a la policía. Hacía varias noches no había tomado las pastillas, a veces los señores invisibles le obligaban a hacer cosas muy malas a mamá, a veces papi tenía que amarrarla a la cama con su cinturón, con el consentimiento de ella, o los «invisibles» volverían).
-AAAARRRRRRGGGGGGG DÉJENME EN PAZ ! ¡TIENEN QUE DEJARME EN PAZ ! ¡ NO ES MI CULPA ! ¡HAN SIDO USTEDES ! ¡HAN SIDO USTEDES! ¡YO NO QUISE HACERLO! ¡YO LA DEFENDÍ, LA DEFENDÍ DE USTEDES!
María se horrorizó tanto porque al parecer esos señores invisibles habían vuelto con aquel estruendo parido por la garganta de su madre, también intuyó que hoy, sería otro día más, en que mami la ignoraría completamente .Mami llevaba varios días así, sin verla, sin oirla,sin responder a sus preguntas de niña de 7; pero en las noches, por algún motivo advenedizo, lloraba antes de cerrar la puerta de su habitación y darle las buenas noches. Se percató que mami empezó a ignorarla después de aquella madrugada en que la descubrió espiándola , mientras discutía con los «Invisibles» ( Según las normas del señor Rogan, el «Jefe del clan Allen» , como el mismo se llamaba: nadie podía salir de su habitación después de las 9 de la noche , y menos si sentían a su madre gritar, por el contrario, de suceder esto, debían asegurar el picaporte de la habitación y esperar). También cayó en cuenta que no recordaba nada de lo que sucedió luego de ser descubrierta espiando a mamá con los sujetos que sólo ella podía ver.
Afuera empezaban a caer los primeros rizos de nieve, pronto el jardín de los Allen estaría cubierto por una manta de algodón semicompacta e invasiva. No había ardillas, ni aves; tampoco pasaba ya el hijo del tendero a dejar las dos botellas de leche(TSDOM-TSDOM-TSDOM-TSDOM)Ahora María estaba más segura que nunca: su casa tenía un corazón en algún lado.
-Ven, ven mi amor, pronto, pronto nos dejarán en paz, ven…abrázame y dime que estás ahí- María expandió al límite sus párpados, disciplinó sus sentidos tanto que podía escuchar perfectamente el diálogo que tenía mamá desde el baño de la habitación principal; Ella se hallaba casi llegando al ático, pero tomó aquel misterioso discurso de su madre como la señal de que ya la había perdonado por violar la norma número 14 del» clan Allen». María corrió ansiosa y con el corazón agitado, como si este le preavisara algo nefasto.
-¡Mami ! ¡noooooooo !¡ te prometo que no vuelvo salir en las noches, te prometo no volver a salir mientras hablas con esos señores que nunca puedo ver ! ¡ lo juro, lo siento ! !qué haces !- Gritaba María mientras lloraba lágrimas que no sentía y se arrodillaba suplicante .Su madre, justo antes de rebanarse la tráquea con el cuchillo «foster special edition» ( el que le había regalado la abuela para partir mejor el queso) al fin le dedicó una dulce mirada y sus ojos parecían tener como destino los suyos, y no ser esos lasers que días atrás sólo la atravesaban como si ella fuera transparente.
«Transparente»…
¿Qué es la nada? ¿qué es el vacio? ¿ se puede estar en la nada y en el vacío y aún existir?. Todo era oscuro, no había consciencia, no había sentidos, no había hambre, ni sueño, ni ruido, ni llanto, ni risa,ni ardillas, ni Martín, ni Mamá, ni papá, ni «los señores invisibles» ;todo se hizo «nada» cuando su mamá le miró antes de desangrarse, todo menos: «Do- DOM-do-DOM». María no tenía noción de su existencia, pero la casa definitivamente tenía corazón.
Una figura geométrica semejante a un círculo de personas rodeaba algo que María no podía ver desde allí, ella estaba atrás, había mucha gente ( la mayoría con trajes oscuros) repitiendo una y otra vez las mismas frases que ella no podía comprender. Era un ritual extraño, recordó una película , donde varias personas acordonaban una estrella de cinco puntas dibujada en el suelo , las personas vociferaban en un lenguaje extraño y súbitamente emergía de la estrella un figura demoniaca, esa escena le asustó hasta el punto de jamás volver a prender la tele después de las 9. María estaba en un estado de trance, como si hubiera pasado por un letargo forzado y doloroso, pero… no todo era malo, alguien le sujetaba la mano, alguien no sólo no la ignoraría más, si no que ahora le sonreía y lucía un radiante vestido púrpura :Era su mamá.
María sintió una paz que nunca sintió en su vida, ya no le importaban las personas de negro reunidas al rededor de algo que ella no podía ver, aunque allí estuvieran su hermanito y su padre, postrados, llorando, gimiendo, como si fueran a vomitar algún órgano interno -¿¡qué!? ¿¡qué pasa!? ¿¡qué es esto!?-; mami borró la sonrisa, como el relámpago borra las tinieblas en el firmamento, le agarró toscamente el brazo indicándole el camino, y ella, por instinto, se arrodilló justo al lado de su hermano ;trató de consolarlo, pero él…él también seguía «enojado», la seguía «ignorando», seguía mirando fija pero infinitamente unas inscripciones en piedra que decían:
«María Fiorella Allen:
La mejor hija, la más dulce hermana»
Allenville 1999-2008
Justo a su lado, vio cómo una figura calcada , idéntica de su madre, reposaba con rostro inexpresivo y pálido dentro de un cajón marrón que descendía dilatadamente hacia un enorme orificio en la tierra.
La Señora Allen se agachó, le susurró unas palabras con un tono que perforó a María desde el oído hasta el talón:
– Ahora los locos serán ellos, mi amor. Papito no me atormentará más, ahora él soportará a los invisibles, ¿sabes por qué, amor?
Un escalofrío se forjó como armadura en el cuerpo de María, miraba con un horror tan genuino y tan profundo a los ojos sin pupilas de su madre que creyó dejaría de latirle el corazón; sentía cada vez más fuerte las palpitaciones,llevó las manos hacia su pecho, sintió humedad, notó que estaban y estuvieron desde aquella madrugada en que irrumpió la cita de su madre y los que no se ven: manchadas del color de los cerezos.Fue ella quien manchó la alfombra,nadie nunca la ignoró, nadie estaba enojado, ella simplemente, ya no estaba…
La otrora señora Allen atenazó con un abrazo gélido a María justo después de que un hombre las atravesara como si ellas fueran éter, como una bala atraviesa el viento, como si fueran «transparentes».
-Ahora somos las invisibles, mi amor.
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