Erase una vez un niño que se crió con su abuela desde pequeño. Sus padres habían muerto en un accidente y ella se hizo cargo del pequeño a tan sólo los 4 años de edad. Creció en un ambiente próspero, la abuela Felicita le daba todo lo que necesitaba, comida, ropa, cariño, no le faltaba nada. Pero a medida que iba creciendo se dio cuenta de algo que lo marcaría de por vida.
A los 9 años de edad se dio cuenta de que la abuela reunía muchas figuras cristianas en casa. Desde el niño Jesús, hasta San miguel Arcángel o la figura del propio demonio recibiendo castigos. Todo esto le parecía bastante extraño, no comprendía porque la abuela cada vez más tenía más reliquias reunidas en un solo lugar, como si de un altar se tratase.
Con el tiempo este altar se fue diseminando por toda la casa, donde quiera que mirara encontraba figuras de santos extraños que le causaban pánico, pero también curiosidad. El nunca había sentido tanto miedo desde que era pequeño, ya le estaba empezando a incomodar estar en la casa de quien le había criado, la abuela estaba empezando a sembrar terror en el inconscientemente.
Una noche mientras dormía, varios ruidos extraños lo despertaron. Los mismos venían desde el patio, murmullos extraños y algunos pasos espeluznantes, sus pisadas eran fuertes y se sentían cada vez más cerca de su ventana. La curiosidad lo mató por dentro y quiso asomarse por la ventana, pero en ese mismo instante un rayo cayó en un postal cercano, impactando en la red eléctrica de la vecindad y dejándolos completamente sin servicio de luz.
Una noche terrible, el niño se sentía aterrorizado por lo que estaba viviendo. Realmente no sabía lo que pasaba afuera y sólo escuchaba muchas palabras de su abuela en voz baja y pasos que ya no se escuchaban fuera en su patio, sino en el pasillo de la casa. El se sintió acorralado, mirando por la ventana empezó a gritarle a su abuela, pero ella no le oía, o al menos eso era lo que parecía, ella permanecía inmóvil bajo la luz de la luna frente a un montón de velas, que, para su sorpresa estaban rodeadas de muchos santos.
Salió corriendo desde su cuarto al pasillo en busca de la puerta principal, sólo quería salir de ese lugar terrible, el cual había sido su casa desde pequeño. Durante su largo recorrido a cámara lenta vio como los santos alrededor resplandecían con la luz que los truenos emanaban a cada segundo, todo mientras escuchaba algunos pasos por toda la casa y veía como sombras recorrían los cuartos de esa casa.
Finalmente pudo salir de casa, al voltear y mirar su frente se dio cuenta a través de una ventana que adentro se estaba quemando algo. Fue a donde los vecinos a pedir ayuda, pues su abuela se encontraba en el patio trasero y no había señales de ella. en minutos la casa estaba en llamas, los bomberos no tardaron mucho en llegar, pero que el lugar estará lleno de velas hizo que la asistencia de los bomberos fuera en vano.
La abuela Felicita murió calcinada, sólo quedó una manta harapienta de color negro que llevaba esa noche. La sorpresa de los forenses no fue el cuerpo de la anciana, sino los restos que había alrededor de ella. No encontraban explicación del porqué los santos que coleccionaba estaban hechos con restos de huesos humanos. Desde entonces, el niño supo que su abuela no rezaba a los Santos, sino hacía sacrificios en su casa y laboraba como una bruja mientras el dormía.
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