Cuento enviado por: Antonella Segovia
Tom era un hombre divorciado y sin hijos. Como no tenía otra cosa que hacer en la vida, decidió tomar un puesto de colectivero. El siempre, desde niño, deseaba serlo. Le encantaba viajar a todos lados y era muy inquieto.
Ese día había sido agitado. Estaba volviendo a casa después de terminar su trabajo. Pero primero, debía dirigirse a la zona donde se “guardaban” los colectivos. El semáforo estaba en rojo. Como no había nadie, decidió pasar igual. Se puso a revisar su celular mientras conducía. Un gran ruido hizo que frenaran las ruedas. Tom, con mucho miedo, supuso que había matado a alguien. Se bajó a revisar si la persona a la que había aplastado por alguna casualidad estaría viva. Aunque era obvio que nadie sobreviría, Tom agarró el cuerpo y lo examinó; era una chica, adolescente, que llevaba el uniforme de la escuela, junto con su mochila. No llevaba ni documentos ni teléfono celular. Tom arrastró el cuerpo a un descampado a tres cuadras de allí. Limpió la sangre de las ruedas y quemó evidencias.
Aunque tenía mucho miedo, se fue acelerando lo más rápido que pudo. Su corazón todavía latía rápido y estaba en shock. Escuchó una pequeña risa a lo lejos de él. Miró por el espejo que daba atrás de todo el colectivo y se le heló la sangre a ver a una chica sentada no muy lejos de él. Miró hacia atrás pero no había nadie. Era como si sólo la pudiera ver a través del espejo. Los segundos pasaban lentamente y parecía que jamás iba a llegar a su casa.
Como si fuera una gran idea, decidió mirar otra vez al espejo. En efecto, la chica seguía sentada allí. Pero esta vez, levantó la mirada y miró al conductor. Este, no podía parar de mirar por el espejo. La chica se levantó, lentamente, mientras sonreía malévolamente. Avanzó hasta bajar los escalones, y el conductor todavía no paraba de mirar sobre el espejo. La chica, avanzó más rápido y llegó al lugar donde estaba el conductor. Tom, sintió que una mano delgada y helada le tocara el hombro. Miró hacia atrás y se desmayó.
Se despertó en un hospital. Le explicaron que lo encontraron en el colectivo desmayado y que gracias a sus documentos pudieron saber quién era. Tom se levantó exaltado y se miró en el espejo. La chica no se había ido de allí. Ahora, cada vez que se mire en el espejo, la encontrará a ella detrás, para que jamás se olvide lo que le hizo.
Esta muy padre esta historia