A mis 15 años era rebelde, siempre mencionaba al diablo, mi hermana mayor me decía que dejara de llamarlo porque un día se me podía aparecer, yo soy de las muchas personas que tienen el maldito don de ver lo sobrenatural.
Este don ha rondado en mi familia desde siempre y yo lo usaba para asustar a mis compañeros de clases.
Un sábado por la noche, estaba yo encerrada en mi habitación escuchando música mientras hacía una tarea de historia. En mí siempre ha sido una costumbre decir las preguntas en voz alta como si estuviera con alguien, justo a las 11:11 de la noche (me acuerdo de la hora porque exactamente a esa hora mi madre desde la sala me había gritado: «Kira ya son las 11:11 de la noche y tú todavía estas asiendo tarea, deja eso y descansa mañana la terminas”), dije en voz alta la siguiente pregunta:
—¿Qué crees tú del por qué Dios permite que el mal exista?
Tras decir esto, mi madre entra al cuarto y me vuelve a regañar, cerrando mi cuaderno y mandándome a dormir. Yo solo dí un suspiro pues no había respondido la pregunta.
A las 3:33 am me levante para ir al baño, al regresar a mi cuarto cerré la puerta y me acosté pero sentí una sensación extraña, como cuando alguien te está observando. No le tomé importancia pero igual para asegurarme, me senté en la cama y prendí mi lampara de noche, diciéndome que no había nada. Me reí de mi paranoia pero cesé cuando vi la puerta abierta. ¿Cómo podía estar abierta si yo la cerré al entrar?
El pasillo estaba oscuro. Me levanté de la cama y fui a cerrarla. No podía dormir.
Justo en ese instante escuché el seguro de la puerta, creí que era la de mi madre o había sido producto de mi imaginación, así que me acosté mirando al techo y volví a sentir que alguien me observaba.
—Quien sea que este observándome, que se deje de juegos me dé la cara y me diga su nombre, o si no que se largue y me deje dormir –dije.
Cinco segundos después no había pasado nada.
—Cobarde —susurré, apagando la luz.
Cerré los ojos mirando hacia el espejo, de espaldas a la puerta, cuando en la oscuridad se escuchó una risita espeluznante.
—Si no gritas al decirte mi nombre y mostrar mi rostro, haré lo que quieras a cambio, Kira—dijo un susurro suave y peligroso a la vez.
Los pelos se me pusieron de punta, me dije que estaba soñando, ya que para mí ya me era normal tener ese tipo de sueños.
—Si no grito quiero que me resuelvas la última pregunta de mi tarea de historia —repliqué.
La voz se rió.
—Eres valiente niña, me conocen con muchos nombres pero el más común es el con que tú tanto me invocas, pequeña.
Yo solté un jadeo con los ojos cerrados y recordé las palabras de mi hermana mayor. Una electricidad me recorrió de los pies a la cabeza, pero me volví a repetir que estaba soñando y solté una risotada.
—Al que yo siempre invocaba era a el diablo, ¿ese eres tú, el diablo?
Paré de reírme; era imposible que estuviera hablando con el diablo ¿cierto? Volví a reír.
—Con que te parece gracioso, niña. Sí, estás hablando con el diablo así que abre los ojos y mírame —dijo con una voz intimidante y de ultratumba.
Yo dejé de reír y temblé de pies a cabeza, recordando cuando le pedí que me diera la cara. Me quería arrepentir pero no me iba a echar para atrás, respiré hondo y abrí los ojos de golpe, mirando al espejo. No les voy a mentir, sé qué dirán que miento pero era hermoso, era el pecado en carne y hueso, creí que seria aterrador como muchos lo describían pero cuando lo vi a los ojos eran completamente negros, su aura desprendía una maldad que te helaba la sangre.
No podía hablar, me preguntaba como tanta belleza podía desprender tal maldad.
—Sé lo que piensas, la humanidad a veces olvida que antes de ser el diablo era una ángel, soy el pecado, el rey de infierno y tengo que reconocer que me has ganado y un trato es un trato —en ese momento no sabía a que trato se refería, quise preguntarle pero antes de que pudiera desperté.
Mi madre tocaba la puerta, llamándome a gritos.
—¿Mamá, por qué tocas la puerta así?
—Hija, hace una hora que te estoy llamando y no respondías, creí que te había pasado algo.
—Lo siento. Pero pudiste haber entrado y despertarme, no quedarte gritando en la puerta.
Mi madre se echo a reír y antes de darse la vuelta, me dijo algo que me dejó petrificada:
—Pero hija, ¿como querías que abriera la puerta si le pusiste seguro cuando te levantaste por la madrugada para ir al baño? Y conste que no te estaba espiando, solo que yo estaba en la cocina cuando escuche el seguro de tu puerta.
Palidecí, la sangre se me heló y se me volvieron a poner los pelos de punta. Mi madre me preguntó que me pasaba.
—Mamá, yo no le puse seguro a mi puerta, sabes que no me gusta ponerle seguro al dormir.
Le conté mi raro sueño y juntas abrimos el cuaderno, descubriendo que la última pregunta estaba resuelta. Nos miramos entre nosotras con espanto. Fue así como confirme que el diablo acude mas rápido a tu llamado que Dios, pero es más peligroso si no sabes lo que quieres, yo me salvé por que me lo tome como un juego aunque eso solo pudo haber sido solo suerte.
Desde ese día nunca mas volví a usar mi don para asustar a mi madre o a mis compañeros, y mucho menos mencionar al Diablo para todo.
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