Ya van más de dos horas en las cuales solo he estado aquí, acostado e inmóvil. acaban de dar las 5:35 AM y no puedo hacer nada. ¿Te digo qué es lo peor? Me encuentro en la misma habitación que mis padres. Ellos no me quitan los ojos de encima, todo lo que puedo hacer es limitarme a no llorar, ni gritar. Sus miradas están fijas en mí y tienen los labios abiertos. El aire está impregnado con el aroma de la sangre y yo no puedo moverme del miedo.
Sucede que, en el instante en el que dé el más mínimo indicio de que no duermo, voy a estar totalmente jodido. Moriré, y no habrá nadie que pueda salvarme. He tratado de pensar en alguna forma de escapar, pero la única posibilidad sería correr tan rápido como pueda, salir de la casa y gritar para que alguien me ayude, confiando en que mis vecinos me escuchen. Demasiado riesgo, pero si permanezco aquí voy a morir de todos modos. Solo espere que despierte y contemple su obra maestra.
Seguro que te preguntas de que estoy hablando, voy a explicarte lo que me ocurrió esta madrugada.
Hará unas tres horas, cuando oí gritos que provenían del otro lado de mi casa. Salí de mi habitación para ver que pasaba, cuando sentí unas ansias repentinas de orinar. En lugar de seguir mis instintos e investigar, pasé al baño primero. Ahora sé que mi estupidez me habría matado. Pero eché un vistazo desde la puerta del baño, justo cuando termine con mis necesidades. La sangre inundaba el suelo. Asustado, corrí a mi habitación para meterme debajo de las sábanas. Intenté dormir de nuevo, como si todo aquello no fuera más que un sueño lúcido o algo por el estilo.
Escuché que la puerta del baño se abría. Como el chico miedoso que soy, atiné a mirar desde mi cama lo que sucedía. Noté que algo arrastraba los cuerpos de mis padres, muertos. Algo que no era humano, semejante a un cavernícola. No tenía pelo y al parecer, tampoco ojos, andaba encorvado a causa de una gran joroba. Este ser era más astuto que cualquier animal común. Y era consciente de las cosas que hacía.
Acostó a mi papá en un lado de la cama, mirándome. Después sentó a mi mamá en una silla, al otro lado de la cama, acomodándola para que me mirara también. Empapé las garras en su sangre y las llevó hacia la pared, dibujando una especie de símbolo, como una firma macabra, marcando lo que para él debía ser obra maestra. Y para finalizar escribió algo que, en la oscuridad, no pude leer.
Entonces se metió bajo mi cama, listo para abalanzarse sobre mí en cuanto me despertara.
No he logrado leer el mensaje desde entonces, sin embargo, la luz del sol empieza a iluminar el dormitorio. Tengo el presentimiento de que no debería leerlo, más no puedo resistir el impulso. Son cuatro palabras solamente:
SÉ QUE ESTÁS DESPIERTO
¡Sé el primero en comentar!