Hoy es día de excursión en el campo, vamos a ir toda la familia de paseo y colocaremos un picnic que preparó mamá. Iremos mis padres, mi hermanito Jake y yo. Será un día fantástico, no hay nada que me guste más que ir a caminar por ahí.
Por el camino bromeamos y mamá me advierte por tercera vez que me abroche bien las agujetas de mis tenis.
—Abbyy, si no tienes cuidado te vas a caer por ahí —me dice.
Madres.
Llegamos a un sitio muy bonito del campo, en el que siempre nos bajamos para comer. Mamá pone su mantel de cuadros en el piso y papá, Jake y yo, jugamos con una pelota un rato.
Es un día soleado y muy bonito, y entre los árboles no se escucha un solo ruido. Pero de repente, algo capta mi atención.
Está a lo lejos. Es un hombre muy alto. Viste de traje negro y trae una corbata roja sobre su camisa. Pero no puedo verle el rostro, es como si no tuviera cara. Está tan pálido que parece hecho de cal. Me le quedo mirando, incapaz de apartar mi viste de él.
Parece que está llamándome.
—¿Abby? ¿Abby, qué miras? —me pregunta mi papá.
—¿Quién es ese?
—¿Quién?
Señalo hacia los árboles y todos miran. De repente, mi hermanito comienza a llorar. Es como si estuviera asustado por algo. El hombre parece acercarse un poco.
Algo no está bien aquí, pero no sé bien que es. Solo sé que tengo que ir adonde está el hombre. Tengo que ir…
—¡Abby, vámonos! —mi papá me coge de la mano, repentinamente desesperado e intenta llevarme hasta el coche— ¿Abby? ¡Abby, no mires!
Pero no puedo dejar de hacerlo, ni puedo responderle.
Mi mamá coge a mi hermano asustada y nos meten en el coche, recogiendo apresuradamente todo lo que llevábamos con nosotros. No quiero irme de aquí. El hombre pálido me está esperando, quiere que vaya con él.
Papá se pone al volante, más asustado de lo que nunca lo he visto, mientras mi madre gimotea y lo urge a alejarnos de allí. Sin embargo el vehículo no enciende y ahora el hombre está cada vez más cerca. Ya lo han visto. Y le temen, pero yo no.
Jamás me había encontrado tan ansiosa por ir con alguien.
—Mira mamá, el hombre pálido nos llama —digo, apuntando hacia él de nuevo.
Sus brazos se han extendido como largos tentáculos que ahora se mueven hacia nosotros, amenazando con envolver el auto entre aquellas hebras largas y sobrenaturales.
Lo último que escuché fue a mamá gritando de horror.
En Estados Unidos se originó la leyenda corta de Slenderman, la cual habla sobre la existencia de un hombre alto y muy pálido, sin rostro y vestido con un traje oscuro. Él es capaz de alargar sus extremidades como tentáculos e hipnotizar a sus víctimas. Aunque se desconoce su objetivo real, se dice que su actividad favorita es la de llevarse a los niños y enloquecer a las personas.
¡Sé el primero en comentar!