Existe una imagen que desde hace algunos años, ha estado dando vueltas por Internet. Se trata de un archivo conocido como Smile.dog, el cual nadie sabe de donde salió o quien tomó en primera instancia. La fotografía, que tiene pésima reputación, muestra la cara de un perro sonriente dentro de una habitación oscura, con las huellas dactilares ensangrentadas de una mano encima; aunque la expresión del animal es lo más inquietante.
Escuché hablar de Smile.dog mientras aun me encontraba en la universidad. Por ese entonces, ya se hablaba de las extrañas circunstancias en que habían muerto las personas que se habían tropezado con tan insólita foto. Recuerdo que yo estaba precisamente, preparando un pequeño reportaje escrito sobre el caso.
Iba a entrevistar a Mary E., una de las «víctimas» que habían visto la aterradora fotografía. Su esposo me había arreglado una conversación con ella.
Sin embargo, algo extraño sucedió el día que acudí a su casa para platicar, pues en el último instante, a ella le dio por encerrarse en su habitación a llorar y en ningún momento quiso hablar conmigo. ¿Qué se le iba a hacer, no?
Probablemente hubiera dejado el caso por las buenas de no ser por qué, días después, Mary E. me envío un correo electrónico disculpándose por lo ocurrido y pidiéndome encarecidamente, que cesara de investigar sore Smile.dog antes de que fuera demasiado tarde. Lo cual no hizo otra cosa sino avivar mi curiosidad sobre el tema.
Mary me relataba en su mensaje, que había tenido pesadillas durante quince años con la imagen, la cual había recibido en un viejo disquete que algún desconocido envío por correo hasta su casa, dentro de un sencillo sobre de papel.
El mensaje en sus pesadillas no dejaba de repetirse: «Riégalo». Pero por quince largos años, ella se había negado a esparcir la imagen, atormentada por sus pesadillas y las muertes de otros.
El misterio en torno a Smile.dog era inquietante.
Días más tardes, el esposo de Mary me contactó para informarme que ella había cometido suicidio. Me estremecí al recibir la noticia. Pues además de lidiar con la muerte de su mujer, aquel buen hombre había encontrado el disquete con el que había empezado todo. Al quemar el dispositivo, había escuchado como si algo siseara; como si en lugar de estar quemando un simple disquete, lo estuviera haciendo con alguna especie de animal.
Hasta ahí había llegado mi flamante investigación.
O probablemente habría sido de ese modo, de no ser porque apenas unos pocos días después, recibí otro correo electrónico de remitente desconocido que decía lo siguiente:
Hola, encontré tu correo en Internet. En tu perfil mencionabas que estabas buscando información acerca de Smile.dog y la verdad es que yo descargué la imagen, y no es tan mala como dicen. xD Te mando una copa.
Riégalo.
No he dejado de pensar en ese archivo. Pienso en Mary E., en las personas que supuestamente han sido víctimas de él y me pregunto si estaré haciendo lo correcto.
¿Será conveniente abrirlo?
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