Cuento enviado por Manuel Rodríguez (fan del blog)
Eran los inicios de invierno lo que en aquel momento preocupaban al solitario hombre, aun así las primeras nubes de tormenta no se asomaban. La cabaña resistiría, seguramente, otro invierno en ese bosque, oculta al resto de la humanidad, pero para el hombre el frio que sufriría no era muy cómodo. Pero no dejaría su exilio, después de todo fue él mismo quien decidió alejarse del mundo tras la muerte de su madre. Las pocas personas que sabían de su existencia ya habían muerto, y él había organizado su vida para mantenerse solo.
Esta noche era fría, pero la chimenea no le permitía preocuparse por ello, el viento sacudía los árboles causando un ruido ensordecedor, los lobos aullaban afuera. En la mente del hombre solo pasaba la esperanza de que hubiera un pequeño momento de silencio para que él pudiese dormir.
Se acercaba la media noche, y el hombre cansado escuchó un sonido de rasguños en las paredes de madera, no se levantó debido a que antes los lobos habían intentado entrar buscando la carne que él había cazado, pero nunca lograron entrar. Pronto los lobos se cansarían y se marcharían. Los rasguños continuaron un buen tiempo, el hombre irritado intentaba ignorar la infernal molestia, después de todo no quería lastimar a los animales. Pronto su corazón se agitó, el reloj marcó la una, él no había dormido ni un momento pero aun así no recordaba haber oído las doce campanadas de media noche.
Inquieto, se asomó a la ventana, buscaba ver si el viento y los lobos seguirían molestándolo más, pero lo único que vio fueron los arboles quietos a la luz de una luna. Y ni rastros de los lobos que arañaban las paredes. La quietud que sus ojos percibían no coincidía con los sonidos que aun escuchaba. Se quedó, a su percepción, unos cuantos minutos en la ventana pero pronto oyó el reloj marcando las dos de la mañana. Al momento de la segunda campanada una mano oscura, demarcada por sus propios huesos, y con las uñas largas y gruesas golpearon el frágil vidrio de la ventana. El hombre cayó hacia atrás observando como las uñas de esa mano rasgaban el vidrio hasta romperlo.
Retrocedía el hombre sin levantarse o dejar de mirar hacia la ventana, el vidrio cedió y tras romperse entro un fuerte vendaval a la cabaña, con tal fuerza que extinguió la llama de la chimenea. Los arboles que se veían aun estaban quietos. Por el orificio de la quebrada ventana entró una espectral persona, su piel de color gris oscuro, su cabello desordenado negro, su ropa blanca opacada por machas negras. Sus contorsionados movimientos lo hacían parecer aun más inhumano. El hombre se levantó e intentó tomar su escopeta pero le dio la espalda a la criatura, no había dado tres pasos cuando sintió un frio cortes en su antebrazo. Al revisarse notó que eran tres incisiones hechas por garras.
Al girar la mirada hacia la escopeta encontró a la criatura, frente a él, obstruyéndole el paso, el hombre intentó evitarla cuando esta avanzó, pero un grito retiró la calma a aquel bosque. Al día siguiente, en la plaza de un pueblo cercano, se encontró a un hombre muerto que nadie reconocía, solo tenia tres arañazos en su antebrazo y una nota que decía: MURIÓ SOLO.
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