PRIMER ACTO
Mariana y su padre se encuentran hablando en el despacho de este último, quien se ve bastante agobiado.
Mariana (preocupada): Papá, tiene que haber otra alternativa.
Papá: No hay caso, Mariana. Si no pago todos los adeudos, en una semana embargarán la hacienda. Y tú sabes que esto es todo con lo que contamos.
Mariana: Pues… pues no sé, ya se nos ocurrirá algo… pero tú no puedes pretender que yo me case así y con ese tipo tan arrogante…
Papá: Escucha hija, a mí tampoco me agrada tener que hacer esto, pero piensa en tus hermanos pequeños.
Mariana se cruza de brazos y resopla.
Papá: Él puede pagar todo lo que debemos.
Mariana: ¿Y estás seguro de que no hay otra alternativa?
Su padre la abraza con tristeza.
Papá: Lo siento, hija mía. Todo esto es mi culpa, no debí invertir tan mal lo que teníamos. Quisiera no tener que pedirte esto.
Mariana: Ya papá, tranquilo… voy a hacerlo. Por ustedes.
SEGUNDO ACTO
En una sala de estar muy elegante, un joven espera con una rosa en la mano. Mariana entra en escena y lo observa con cara de pocos amigos.
Rubén: Ahí estás, pensaba que no vendrías a recibirme.
Mariana: Pues aquí estoy, ya ves.
Rubén: Toma, esta flor es para ti. (Le extiende la flor y ella la toma con desgana).
Mariana: No deberías tomarte tantas molestias, de todos modos ya conseguiste lo que querías. Me voy a casar contigo.
Rubén: Si tengo detalles contigo, es porque te amo de verdad.
Mariana: ¡Por favor! Usaste tu dinero para comprarme, que es distinto. Te aprovechaste de la situación de mi familia para hacer esa asquerosa propuesta. No tienes vergüenza.
Rubén: Yo quiero ayudar a tu padre sinceramente y demostrarte que te quiero. Por favor, dame una oportunidad.
Rubén se saca un papel del bolsillo trasero y se lo entrega.
Mariana: ¿Qué es esto?
Rubén: Son las escrituras de la hacienda, hoy he pagado todo el adeudo. Y quiero dártelas como muestra de mi sinceridad.
Mariana lo mira con sorpresa.
Rubén: Yo te quise desde el primer día que te conocí, aunque sé que yo no te caigo muy bien. Y tienes razón, puedo ser un arrogante, pero no te voy a obligar a que te cases conmigo. Lo único que pido es que me permitas tratarte, conquistarte. Esa es la prueba de que mis intenciones son sinceras.
Mariana (dudosa): Vaya… pues, supongo que puedes intentarlo, pero no te prometo nada.
Rubén: Te aseguro que no te arrepentirás.
TERCER ACTO
Tiempo después, Rubén y Mariana yacen abrazados y mirándose con ternura en el granero de su hacienda.
Mariana: En todo este tiempo has sabido demostrarme que no eres quien yo creía. Eres tan desinteresado y generoso… Rubén, no puedo creer que me quieras tanto después de lo desagradable que he sido contigo.
Rubén: Pero es que eso es algo que me encanta de ti. No temes decir lo que piensas.
Mariana: Te amo.
Rubén: Y yo a ti.
Se besan.
FIN
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