Soy miembro de la escena Slam Poetry. Básicamente, es una excusa para hacer que la gente escuche poesía de aficionados, agregando un elemento competitivo al asunto. Tras recorrer la pequeña escena en mi ciudad y querer expandir mi carrera, empecé a visitar ciertos lugares a poca distancia. Esto me llevó a Charlotte, NC.
Comencé con el equipo local de poesía, dentro de un bar bastante popular. Fue allí donde lo conocí.
Trabajaba en la parte trasera del establecimiento y eventualmente subía al escenario, para leer sus propios poemas. Al poco comenzó a coquetearme. Aunque en ese entonces andaba en busca de algo de amor y de aceptación, hubo algo que siempre me obligo a mantener mis distancias con él. A veces le aceptaba un trago o fumábamos hierba juntos.
Siempre tuve este cosquilleo en mis entrañas advirtiéndome que no me acercara demasiado, pero durante un año o dos seguimos siendo amigos.
Después de un tiempo, comenzó a llamarme y enviarme mensajes muy a menudo, sobre querer ser más que mi amigo. Hablaba sobre encontrar a una buena chica y establecerse. Nunca le di alas. Había algo que me repelía. Una especie de locura en sus ojos demasiado difícil de ignorar.
Finalmente me mudé a Denver para ocupar un puesto como profesora de poesía y trabajar en un bufete de abogados… La segunda navidad que pasé allí, recibí la llamada.
Un amigo de Charlotte me contó lo siguiente.
Mi pretendiente encontrado a su chica ideal y se había casado. Al principio parecían felices, pero lentamente comenzaron a pelear más y más. A menudo tenían que ser separados por sus amistades para no atacarse físicamente en público. Una amiga, recordando la situación, afirmó que la última vez que los había visto juntos, él empujó a su esposa y luego le lanzó una bebida a la cara, mientras se rascaba el cuello lo suficientemente fuerte como para sacarse sangre. Después de que la mujer salió del lugar, mi amiga se sentó con él y fumó un cigarrillo.
—Ustedes se van a matar —le dijo, medio en broma, medio en serio.
En Navidad del año pasado, su esposa dejó de asistir a los eventos a los que ambos acudían cada quince días. Él explicó que se estaban dando un descanso.
El tiempo pasó. Nadie cuestionó la ausencia de la chica, pensando que simplemente se habría distanciado del marido.
Sus padres, sin embargo, no habían tenido noticias de su hija desde la cena de Acción de Gracias. Lo llamaron, les dijo que todo estaba bien y que ella los llamaría de vuelta. Pero una semana después de Navidad, al ver que su hija no llamaba, decidieron avisar a la policía.
Llegaron los oficiales. Llamaron a la puerta y los dejaron entrar. Cuando le preguntan dónde estaba su mujer, él respondió que se encontraba en el dormitorio. Los llevó hasta la habitación y allí la encontraron, muerta durante semanas, pudriéndose en su cama. Ah, y él también había matado a su perrito. Durante este tiempo, estuvo asistiendo a noches de hip hop, y publicando un blog sobre «Consejos matrimoniales» en una organización local. Ni una sola vez volvía a su casa y se acostaba con su esposa asesinada.
La parte más enferma de todo: él tiene una hija de otra relación, con la cual celebra todas las fiestas. Esa Navidad abrieron regalos, cenaron, se acurrucaron en el sofá y vieron películas a menos de 20 metros de su madrastra en descomposición.
No sé que hubiera pasado si alguna vez lo hubiera aceptado su oferta de casarnos, pero sí sé que mi instinto probablemente me salvó la vida y siempre, siempre lo escucharé.
¡Sé el primero en comentar!