Esto le sucedió a unos amigos de la familia muy cercanos, el día de Navidad, hace un par de años. Es una historia particularmente espeluznante para mí, ya que pasé un montón de tiempo sola en su casa.
Esta familia estaba disfrutando de una noche típica de Navidad. Era invierno y oscurecía muy temprano. Afuera llovía y había niebla. Era una familia numerosa aunque todos los hijos habían crecido, tenían entre 20 y 30 años,y la mayoría trabajaban fuera del estado. Esa temporada habían regresado a casa para estar juntos en vacaciones. Los hermanos estaban ocupados jugando, todos los televisores estaban encendidos, la música navideña estaba sonando, la comida se cocinaba y se comía, todo era risa y conversación. Así estuvieron por varias horas.
De pronto, la hija más joven vio a su papá de pie en medio del patio, usando una sudadera negra con capucha. Tenía la capucha sobre su cabeza, por lo que solo su boca y barbilla eran visibles y lo único que hacía era mirar a la casa.
—Mamá, papá está afuera, creo que necesita algo.
—¿De qué hablas? Él está en el dormitorio tomando una siesta.
Fue entonces cuando se dio cuenta, ¡ese no era su padre! Rápidamente volvió a llamar a su madre y ambas observaron como el extraño de la capucha negra las miraba fijamente, sin moverse, en la noche del día de Navidad.
Alertaron a todos en la casa, yendo de un cuarto a otro, revisando las cerraduras de puertas y ventanas, y despertaron a papá. Mientras tanto, el intruso podía ver los movimientos de todos, ya que en la vivienda casi todas las paredes tenían grandes ventanas de vidrio. Este tipo continuaba simplemente parado allí, en una postura intencionalmente macabra, sin moverse, aunque ahora tenía una sonrisa siniestra en su rostro. Era obvio que estaba disfrutando.
Al principio pensaron que aquella podría ser una broma. Todos adentro comenzaron a gritar cosas para intimidarle:
—¡Si esto es una broma, no es gracioso!
—¡La policía viene en camino!
—¡Tenemos un arma!
Pero el chico seguía allí, sonriendo y sin moverse durante demasiado tiempo. De pronto, se acercó a una ventana y comenzó a golpearla, sin pronunciar una palabra, su rostro todavía oculto por la capucha. Era notable que estaba tratando de asustar a todos, si no irrumpir en la casa, por lo cual realmente llamaron a la policía.
Después de golpear el vidrio un buen rato, el tipo corrió y saltó la cerca para entrar a los patios de las casas vecinas. Los vecinos también eran buenos amigos, por lo cual la familia llamó para advertirles lo que estaba ocurriendo. Nadie nunca vio al hombre de la capucha. Cuando la policía llegó se tomaron las declaraciones, revisaron el vecindarios, pero jamás dieron con él.
Poco después, la familia mandó remodelar su patio para instalar un nuevo sistema de seguridad y luces. Lo que más me asusta de esta historia, es cuando mencionan que no tienen idea de cuánto tiempo estuvo este chico allí, espiándolos mientras disfrutaban su Navidad.
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