Escrito y enviado por: Octavi Franch y Almondróguez
A mi primer y único perro, Drac.
Arnaldo y Xenia tan solo habían pedido un regalo a los Reyes Magos: un gatito. Pero llegó la Navidad y Papá Noel les trajo, en lugar de un gato, ¡un perro!
Como no tenían muy claro si los tres reyes de Oriente les traerían el gato, decidieron probar como mascota aquel perro tan blanquito y con carita de travieso. Eso sí, se llamaría como tenían previsto que se llamara el gato: Dragón. Dicho y hecho, Xenia y Arnaldo se plantaron delante de él y le dejaron muy claro lo que esperaban de él:
—Ya sabes que queríamos un gato. Lo único que te pedimos es que aprendas a maullar.
Dragón se quedó patidifuso y no abrió ni el morro, por si se le escapaba un ladrido. A partir de ese momento, empezó a pensar en quién le podía enseñar a maullar. Tendría que esperar hasta que conociera a alguien que le pudiera dar una pezuña para salvarse de la expulsión. Estaba nominado.
Al cabo de unos días fueron a conocerle una pareja perro-gato, los cuales amaban con locura a los dos niños. Se llamaban Fuego y Nudo e iban acompañados de un par de humanos, que se pusieron a hablar con los padres de Arnaldo y Xenia. Seguidamente Fuego, pequeñajo y grisáceo, le saludó con alegría:
—¿Cómo estás, colega? Tienes mala cara… ¿Que no has tenido un buen viaje con Papá Noel?
—No, no es eso… Es que ha habido un malentendido… —le explicó Dragón, muy preocupado.
—Chico, cuéntanoslo que estamos empezando a asustarnos… —se añadió a la conversación Nudo, un gato persa naranja y con unos ojos tan grandes que parecía que se le iban a caer al suelo de un momento a otro.
—Pues nada que no tenga solución, me parece…: Tengo que aprender a maullar.
Después de unos segundos de pensar sobre el tema en la intimidad, Nudo y Fuego le ofrecieron una solución:
—Si quieres, yo te puedo enseñar —le dijo Nudo.
—¿Pero tienes experiencia? No querría causarte un quebradero de cabeza por culpa de mi problema… —se disculpó Dragón.
De repente, Fuego empezó a maullar como si de un gato de verdad se tratara. Si no fuera porque le gustaban más los huesos que a Nudo las sardinas en escabeche, Dragón habría jurado que estaba delante de un gato y no de un perro. Era la señal definitiva que necesitaba.
Durante un par de meses y medio, Nudo y Fuego fueron entrenando a Dragón hasta que éste llegó a conseguir silbar su primer maullido, tan pobre como esperanzador. Pero entonces llegó el cumpleaños de los niños y la sombra del gato volvió a planear por allí.
Justo cuando Xenia y su hermano gemelo discutían sobre si hacía falta cambiar a Dragón por un gato de verdad, el perro se paró delante de ellos y les dijo con claridad felina:
—Miau, miau, ¡requetemiau!
FIN

¡Sé el primero en comentar!