En Latinoamérica y sobre en las regiones del centro y el sur, es muy conocido el mito del Cadejo, un enorme perro negro que anuncia la desgracia adonde quiera que va. Los seres de su raza suelen ser canes enormes y de aspecto fantasmal, con el cuerpo negro y unos ojos siniestros, que se ven como dos estrellas rojas en el horizonte.
Los orígenes de esta criatura son muy inciertos, ya que dependiendo del país, la leyenda cambia.
En El Salvador por ejemplo, cuenta la historia que hace mucho tiempo, Dios quiso proteger a los hombres de todos los males que los estaban consumiendo. Con el fin de evitarlo y celoso de sus intenciones, el diablo creó un animal que contuviera los peores sentimientos de la humanidad, para atormentar a los hijos del señor del cielo. Este perro era el Cadejo, que desde entonces se dedicó a atormentar a las personas de bien y a robar el alma de los viciosos.
De acuerdo con el mito, los recién nacidos que no están bautizados también son proclives a caer en sus garras.
La historia cambia al trasladarnos a México, donde los cadejos, si bien son vistos como perros que arrastran el mal consigo, no tienen un origen tan misterioso. En la zona sur del país prevalece la creencia de que existen brujos con la capacidad para convertirse en animales a su antojo. Algunos eligen la forma de aves, para rapiñar cosas ajenas y a bebés que son descuidados por sus madres. Otros, la de serpientes venenosas, con lo que pueden morder de muerte a sus enemigos. Los hay que eligen disfrazarse de mulas o de jumentos para poder engañar a quienes trabajan de manera honrada. Y los hay que eligen convertirse en cadejos.
Ellos no solo toman lo que no les pertenece y matan a los animales domésticos, también aterrorizan a las muchachas, destruyen lo que encuentran y entran en las casas sin permiso. Antes de que amanezca, acuden a la sombra de una ceiba, (árbol descrito en la mitología de las mayas), pues solo así se pueden transformar de nuevo en humanos.
Los únicos seres capaces de vencer a un cadejo maligno, son los cadejos blancos, animales de luz que se enzarzan en cruentas peleas con su contraparte para librar a las personas de su maligna influencia.
Fuera de eso, es muy fácil saber cuando un cadejo va llegando a cualquier pueblo: dicho animal emana un hedor que parece el de carne pudriéndose y cuando pasa entre las calles, todos los perros se ponen a aullar y lloriquear como si el mismo diablo estuviese entre ellos. Si tienen cachorros, los esconden y los matan ellos mismos, pues la bestia los busca para devorarlos.
Aunque hoy en día no hay muchas personas que conozcan el mito del cadejo, en algunas partes remotas de países como El Salvador u Honduras, se dice que hay quienes han escuchado su tenebroso aullido, o han presenciado su sombra espectral corriendo en medio de la noche.
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