La ciudad de Puebla en México, es una de las urbes más encantadas del país, con su centro histórico lleno de leyendas y las calles por las que nadie se atreve a deambular de noche. Es una de estas calles precisamente, angosta y fría, la protagonista de una de las leyendas más aterradoras del lugar: la del Callejón del Muerto. La gente que vive alrededor asegura que este es un lugar maldito y todo comenzó años atrás, durante una noche lluviosa de 1785.
En aquel entonces vivía en la ciudad un hombre llamado Anastasio Priego, muy responsable y trabajador. Anastasio estaba casado con Juliana Domínguez, una hermosa mujer que se encontraba próxima a darle su primer hijo.
Esa noche, Juliana había entrado en labor de parto y aunque era muy tarde para salir, su marido fue a toda prisa a buscar a la partera, pues los dolores de su mujer se habían intensificado. Se puso su capa para protegerse del frío y cogió su espada por precaución, pues uno nunca sabía que clase de gente podría acecharlo. Desgraciadamente, en esto último tenía demasiada razón.
Anastasio se encontraba cruzando por el ya mencionado Callejón de Yllescas, cuando una sombra se interpuso en su camino. Era un asaltante, quien al instante lo amenazó para que le entregará todo lo que llevaba con él.
Habiendo entrenado desde muchacho con la espada, Anastasio no se iba a dejar intimidar. Rápidamente sacó el arma y en menos de un instante le dio muerte el ladrón, quien quedó tendido en medio del callejón. A la mañana siguiente, el escándalo causaría conmoción entre los vecinos pero al haberle atacado en defensa propia, Anastasio dudaba de si debía entregarse a las autoridades o no.
Aquel hombre apenas y pudo obtener cristiana sepultura en el cementerio más cercano, pues nadie acudió a reclamar su cuerpo. Sin embargo, su alma no podía descansar en paz.
A partir de entonces su espíritu se dedicó a deambular por el interior de la callejuela, asustando a los incautos que se atrevían a cruzar de noche. Con el paso del tiempo, el lugar recibió el nombre de «El Callejón del Muerto» y los lugareños aseguraban que incluso de día, había algo maligno que parecía emanar de sus paredes.
Todos evitaban pasar por ahí especialmente cuando se hacía tarde, pero nunca faltaba quien tuviera que hacerlo por necesidad o descuido. Esos pobres eran quienes la pasaban peor, pues el terror que inundaba sus cuerpos les impedía hablar por un buen rato.
Los años pasaron y un día, cierto sacerdote visitó el callejón, al ser solicitada su presencia por Anastasio. En ese entonces estaba a punto de morir y sin poder soportar más la culpa, terminó confesándole al cura aquel crimen involuntario. El religioso le concedió la absolución y dicen que a partir de entonces, cesaron de espantar en el Callejón del Muerto.
No obstante, aun hay personas que al pasar enfrente de sus estrechas paredes, juran ver una oscura presencia que les espía desde las sombras.
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