La fiesta del difunto
Esta historia está basada en hechos reales más precisamente en Altamira México. Un señor de nombre José trabajaba en un cementerio, ese era para el señor la fuente de ingreso para su familia. El ofrecía servicios extras también como pintar las tumbas, limpiarlas y adornarlas. Un día su esposa se enferma y no tenía suficientes medicinas para poder comprarle. Ya José estaba desesperado con los brazos cruzados, queriendo hacer algo pero no podía, había poca clientela.
Un día entra una señora al cementerio para rezar en la tumba de su padre y ponerle unas lindas flores. El señor José se le acerca, diciéndole que si quería otro servicio extra para el padre, ella se presentó, su nombre era Mónica, después se lo quedó mirando y le dijo que no era necesario. Entonces el volvió a preguntarle con más desesperación, explicándole que su mujer estaba enferma y que necesitaba hacer cualquier cosa para comprarle las medicinas. Mónica se conmovió y le dijo que le limpiara entonces la tumba del padre.
El agarró un cepillo y una esponja con jabón, empezó a lavar toda la tumba hasta que llegara la señora. Al otro día Mónica llegó puntual y ahí estaba José que en broma le dijo que ya su padre estaba limpiecito, la señora le sonrió y le entregó 200 mil pesos. Él no tenía para regresarle el vuelto, pero ella le dijo que no era necesario, que se quedara con el restante para poder ayudar a su esposa a comprar las medicinas que le hacían falta. Pero también le entregó otros veinte mil pesos y le dijo que le pusiera una vela a la tumba de su padre.
Que cada vez que el necesitaba de una ayuda le pusiera una velita y le empezara a rezar. El señor le hizo caso y empezaba a ponerle una velita, pero con el pasar de los meses se le olvidaba poniéndole solo una o dos por semana. Pasaron los años y José veía crecer a sus dos hijos de una forma muy rápida. Los niños necesitaban inscribirse uno en el colegio y el más pequeñito en el kínder. Ya le había comprado el uniforme los zapatos y las mochilas, pero le faltaban los útiles escolares.
La mujer ya había gastado todos sus ahorros para comprarles esas cosas, entonces él se acordó del consejo que le había dado Mónica hace años atrás. Compró con el último dinero que le quedaba una velita para el señor de la tumba y se la puso. Su horario de salida era siempre a las 6.00 de la tarde, ya eran las 5.40 y José estaba empezando a dudar del viejo consejo. Tal vez era porque tenía tiempo sin ponerle una velita al difunto y por decepción a ser olvidado no quería ayudarlo.
Pero cuando se hicieron las 5.54 José escuchó un pito, se encaminó hacia la entrada, le pareció raro que vinieran para un entierro si no habían pedido el servicio. Entonces a medida que se fue acercado vio que era una pick up, se bajó un joven de piel blanca y cabello oscuro, con camisa de cuadros y un pantalón se bajó. A simple vista se veía muy simpático y amigable, José le preguntó si quería que lo ayudara. Le explicó que él trabaja ahí en el cementerio, entonces el joven abrió la parte de atrás y sacó unas cajas de cervezas.
Le dijo que si podía ayudarlo a llevarlas hasta una tumba con rejas hecha de mosaicos. Él lo ayudó y el joven lo agradeció entregándole 500 mil pesos, el señor le dijo que no tenía para devolverle lo que sobraba. El joven le dijo que no importaba, que se quedara con el sobrante porque lo necesitaba más. Al día siguiente en el cementerio llegó una familia, estaban todos tristes, porque le preguntaron a José quien había ido para la tumba de este chico a tomar.
José les explicó que el día antes había llegado un joven en una pick up, le había pedido el favor de llevarle esas cajas de cervezas cerca de la tumba. Entonces una señora en ese mismo momento le sacó un teléfono enseñándole una foto y le dijo que si ese era el chico que había visto. José le dijo que si era él. La señora le confirmó que esa era su hermano Carlos, que murió el año pasado en un accidente de tránsito. El señor se quedó perplejo al escuchar la señora decir eso, porque hasta había recibido su dinero.
Entonces todos empezaron a decir que Dios le había dado permiso para festejar en su propia tumba. Desde ese momento supieron que ahí se celebraba cada año la fiesta del difunto Carlos. Pero la historia no termina aquí, tiempo después José se dio cuenta que en cada festividad que había del año Carlos visitaba su tumba. Siempre traía cervezas y velas. Después de la primera vez que lo conoció en su cumpleaños, pasaron meses y se hizo navidad. José siempre tenía la costumbre de festejar navidad con su familia en la casa.
Pero después se iba en las tardes para cerrar las puertas del cementerio, siempre tenía que vigilar las tumbas porque muchas veces la gente mala la profanan. Ese día de navidad José se acercó a la tumba de Carlos y se quedó petrificado viendo la figura del joven difunto. Era el sin duda alguna y esta vez le quería dejar un mensaje a los familiares más cercanos. Le dijo a José que deseaba pasar la navidad con su hermana que era la única cercana a él, ya que sus padres ya habían muerto hace años. Entonces José le aseguró que su mensaje iba a llegarle a su querida hermana.
Al día después José se dirigió a la casa de la familia de Carlos, se saludaron y este le dijo que había encontrado otra vez a su hermano en el cementerio. Le dijo que la única forma de poderlo ver era en cada festividad a las 12 de la noche. Ella sorprendida le hizo caso le creyó y desde ese momento su esperanza era de verlo en la próxima festividad y después hacerle una misa para que agarrara camino definitivamente, sin que su alma estuviera vagando aun en la tierra.
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