En el siglo XIX, un curioso doctor alemán de nombre Gottfried August Knoche llegó a Venezuela para establecer su residencia. Así pues, en 1840 compró una hacienda en Galipán, dentro de la región que es hoy conocida como el Parque Nacional El Ávila, donde vivió con su esposa. Knoche era médico cirujano de profesión y estaba obsesionado con preservar los cuerpos humanos después de la muerte.
Se dice que en su laboratorio, llevó a cabo experimentos que escandalizaron a la sociedad de su época y por supuesto, aun hoy harían sentir escalofríos a cualquiera. Investigando la manera de detener la descomposición de los cadáveres, comenzó a momificar todo tipo de cuerpos: de animales, de soldados muertos y personas sin hogar a las que nadie reclamaba.
En la hacienda hizo construir un gran mausoleo, donde exhibía con macabro orgullo estas momias improvisadas. Fue tanto el impacto que provocó su método, que pronto ganó reconocimiento entre los vecinos de la región y muchos comenzaron a acudir a él, para que momificara a sus familiares recién fallecidos.
Lo más impresionante de la fórmula secreta que usaba Gottfried, es que bastaba con inyectarla directamente en la yugular de los muertos, sin necesidad de abrir sus cuerpos para extraer sus órganos, como es costumbre en las morgues.
Nadie supo nunca lo que contenía exactamente dicha sustancia milagrosa y Knoche no lo reveló a nadie, por más dinero que se le llegara a ofrecer.
Lo que sí se sabe es que, estando próxima la hora de su muerte, el doctor dejó dos frasquitos con la fórmula. Uno era para él, su enfermera, Amalie Weismann, sería la encargada de inyectárselo para conservar su cuerpo. El otro era para ella misma.
Cuando Knoche murió, se llevó a cabo el proceso de momificación en su cuerpo como había sido su voluntad y Amalie atendió su consultorio por un tiempo, hasta fallecer también. El cuerpo de Knoche permaneció en el mausoleo de la hacienda, cuyas llaves fueron arrojadas al mar. Lamentablemente, el museo ni aún así pudo preservarse.
Con el abandono del lugar, este fue robado, y las momias que guardaba sacadas de sus contenedores y estropeadas. Más tarde fueron sustituidas por muñecos de plástico.
Ciertas personas que visitan la antigua residencia del doctor Knoche, aseguran que es un sitio macabro, en el que sientes que te observan. A lo mejor es porque todavía viven ahí las almas de sus momificados inquilinos.
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