Un profesor era muy conocido por ser el mejor en su profesión. En la escuela, maestros y colegas lo apreciaban muchísimo, pues no sol se preocupaba por enseñar las materias habituales. Siempre se esforzaba por transmitir algo positivo a sus estudiantes.
Cierto día, este hombre se dio cuenta de que algunos de los niños de su salón tenían notas muy bajas. Él sabía que no era a causa de que fueran menos inteligentes que los demás. Todos los chicos tenían aptitudes para el estudio, pero algunos las desaprovechaban por distraerse jugando, chismeando o enfocándose en las cosas materiales que les daban sus padres.
Así que decidió mostrarles la importancia de la concentración mediante un ejemplo muy sencillo.
Tomó un frasco vacío de su casa y completamente transparente, y en el camino al colegio, recogió varias piedras de diversos tamaños en el camino. Cuando llegó a clase, puso el tarro en su escritorio y le pidió a los niños que lo observaran.
Entonces, una a una fue metiendo las piedras dentro, hasta que ya no cupo ninguna más. El maestro levantó el frasco.
—¿Ustedes creen que este frasco está lleno? —preguntó.
Los alumnos dudaron pero luego dijeron que sí. Pero se equivocaban. El profesor sonrió y sacó de su cajón un saquito con arena, que vertió también hasta que llenó todos los huecos que había entre las piedras.
—¿Ahora está lleno? —volvió a preguntar.
Los niños dudaron más que la vez anterior.
—Probablemente todavía no —respondieron algunos.
El maestro tomó una botella de agua y la derramó en el interior del tarro, hasta que hubo llenado todos esos minúsculos vacíos entre las piedras y las partículas de arena. El agua llegó hasta los bordes del frasco y ahora sí, no hubo lugar para nada más.
—¿Está lleno ahora?
Esta vez, los chicos respondieron que sí.
—¿Saben por qué les he mostrado esto? —inquirió el hombre— Este frasco, al principio vacío y transparente, es igual que ustedes, esperando a llenarse. Las piedras son sus metas en la vida, los sueños que deben cumplir. La arena son las diversiones, las cosas que los pueden distraer en su tiempo libre. Y el agua, las cosas banales y sin importancia.
Volvió a colocar el frasco sobre su mesa.
—Si se esfuerzan por alcanzar sus metas antes que preocuparse por divertirse o acumular cosas insignificantes, sean estas juegos o aparatos que creen que los van a hacer felices, llevarán una vida plena y tarde o temprano, siempre encontrarán tiempo para lo demás. En cambio, si se distraen y llenan el frasco con agua y arena, al final no habrá espacio para las piedras, que son sus sueños. Por eso, estudien y tengan fe en sí mismos. Lo material viene y va, los momentos de diversión son efímeros, pero los sueños que se cumplen son para siempre.
Los niños lo entendieron y entonces, todos en general pusieron más empeño en sus estudios. Aquella clase fue la mejor de su generación y su maestro siempre fue recordado como el más eficiente.
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