La siguiente leyenda corta constituya uno de los misterios más famosos de Chile y es un hecho que hasta el día de hoy, de ser verídico, nadie se ha podido explicar. Cuentan que hace algunos años, habitaba en la ciudad de Iquique un hombre jubilado, al lado de su esposa y de su única hija. Debido a que hace tiempo había dejado su trabajo, este sujeto mantenía la afición de visitar las salitreras de los alrededores, zonas arqueológicas muy comunes en la región.
Cada día salía muy temprano de su casa, tomaba el mismo autobús y se dirigía hacia dicho lugar, esperando poder encontrar objetos antiguos. Su esposa, que ya conocía bien su rutina, nunca protestaba por este peculiar pasatiempo.
Un día, el hombre se despidió de ella como de costumbre, subió al tan conocido autobús y marchó en otra pequeña expedición arqueológica hacia las salitreras.
Las horas pasaron.
Cuando se hizo de noche y el individuo no regresó a casa, su mujer se preocupó y decidió dar parte a la policía. El hombre no había vuelto en toda la noche y tampoco lo hizo al día siguiente. De inmediato se le buscó en su lugar de destino y por todos los alrededores, sin éxito. Esta situación se extendió por tres meses, en los cuales se empezó a rastrear su paradero ya no solo por Iquique, sino en otras ciudades aledañas.
Ni sus amigos, ni sus familiares sabían donde podía estar ni porque podría haberse marchado.
Al no lograr encontrarlo, las autoridades lo dieron por muerto y su esposa y su hija se resignaron a seguir esperándolo. Mandaron construir una lápida simbólica en el cementerio local.
Ocho años después, la hija del matrimonio se había casado y convertido en madre. Un día, ella se encontraba con su mamá en la casa de esta última, cuando escucharon como alguien trataba de abrir la puerta. Asustadas, fueron a ver de quien se trataba y se llevaron una aterradora sorpresa.
Su marido y su padre se encontraba de pie en el umbral, vestido con la misma ropa que llevaba hace ocho años y luciendo exactamente de la misma manera. Como si nunca se hubiese marchado.
Él, molesto, les pregunto quien había cambiado la cerradura de la entrada y porque estaban tan cambiadas. Lo que más lo sorprendió, fue ver que su hija llevaba un bebé un brazos. Pero sin duda las más asustadas eran ellas, que no podían dar crédito a lo que veían.
Resultó ser que para aquel hombre, aquellos ocho años nunca habían existido. Él recordaba haber salido de su casa como de costumbre y volver esa misma tarde. Incluso llevaba consigo el periódico de la muchacha, con la fecha de su día de desaparición. El periódico se veía auténtico y para nada envejecido.
Por mucho tiempo, el misterio de hombre de Iquique se mantuvo como uno de los enigmas más populares de la ciudad. El sujeto jamás quiso que lo investigaran, ni contar si había visto algo extraño aquella tarde.
Murió sin descubrir que le había sucedido.
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