Cuentan que en Irlanda habita un ser al que todos los felinos del país rinden pleitesía, el rey de los gatos. Él es tan temible como el animal más salvaje que te puedas imaginar, a pesar de verse como un minino normal que podría ronronear a tus pies.
Su historia comenzó hace mucho tiempo, cuando habitaba en los tiempos antiguos, en la casa de un matrimonio que no sabía sobre su identidad.
La mujer era cariñosa y amable con él, y lo quería mucho pues a veces era su única compañía. Su esposo tenía muy mal carácter y solía salir de casa para emborracharse en la taberna local. Cuando regresaba no había nadie que soportara su ira.
Un día, aquel hombre volvió como de costumbre muy embriagado y tuvo una discusión terrible con su esposa, quien se encerró a dormir sola en su habitación, muy enojada.
El sujeto estaba tan colérico, que tomo al pobre gato por las orejas y le arrancó la cabeza, arrojándola al fuego.
Desde ahí, está lo miró y le dijo con voz tenebrosa:
—Dile a tu mujer que acabas de arrancarle la cabeza al rey de los gatos, pero que no se preocupe, porque regresaré a buscar mi venganza.
Al principio, el hombre se aterrorizó pero más tarde pensaría que todo aquello había sido un delirio, culpa del alcohol.
Al día siguiente, cuando su esposa se dio cuenta de lo que había ocurrido, estalló en llanto y a él lo asaltaron los remordimientos. La pobre deambuló todo el día por la casa, extrañando a su gatito.
Fue por eso que su marido se dirigió al mercado y consiguió a un gato pequeño, esperando reparar su error.
Cuando su esposa lo recibió mejoró su ánimo y él prometió que nunca le pondría la mano encima a este nuevo animal. Pronto, el hombre también se encariñó con el animalito.
Un día, mientras se encontraba jugando con él, el gatito le saltó encima y lo arañó en la garganta, hiriéndolo tan profundamente que se desangró sin remedio. Y es que aquella criatura que parecía tan inofensiva, no era otra que la reencarnación del rey de los gatos.
—Te dije que volvería por mi venganza —le advirtió, antes de partir hacia la cueva en la que le esperaban su mujer y su hijo.
Ahí vivió hasta enterarse de que Seanchan, el más grande de los bardos irlandeses, había compuesto un poema en el que se burlaba de él. Furioso por esta afrenta, el rey se transformó en un enorme buey y fue corriendo a encontrarse con él.
Montó a Seanchan en su lomo y se alejó a toda velocidad hacia la gruta de Clonmacnoise para castigarlo. En el camino, por ir tan rápido, no vio la barra de hierro al rojo vivo que se encontraba frente a él y esta lo atravesó por completo, dándole fin al rey de los gatos.
Ahora su título pasaría a un gato más joven y así a lo largo de las siguientes generaciones.
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