Cuentan que hace mucho tiempo, en un pueblo olvidado de España, existió un matrimonio muy feliz que ansiaba tener un hijo. Al poco tiempo de casarse les nació una niña que los llenó de gran alegría. Pero conforme el tiempo fue pasando y la criatura creció, se dieron cuenta de que había un mal inherente en ella.
Y es que la niña quería mucho a su papá. Al principio era normal, no obstante, cuando empezó a hablar y a tener entendimiento, este cariño se convirtió en un amor obsesivo y muy extraño, que los incomodaba de sobremanera.
Constantemente, la pequeña decía que quería casarse con su padre y que odiaba a su madre. Día y noche atormentaba a la pobre mujer y le gritaba, hasta que acabo con su paciencia.
—Ojalá mamá se muriera algún día para que pudiéramos estar solos —solía decir ella a su padre.
—¡No vuelvas a repetir eso jamás! —la reñía él, asustado.
Llegó el día, sin embargo, en el que las horrorosas palabras de la niña se hicieron realidad. La mujer falleció y asistieron todos los del pueblo al entierro; el marido destrozado y la pequeña exhibiendo una malvada sonrisa, que nadie pareció notar mientras entonaban los cánticos funerarios y daban las condolencias.
Los días pasaron y el buen humor de la muchacha comenzó a incrementar. Aunque su padre se paseaba desolado de una habitación a otra de la casa, ella siempre procuraba tratar de animarlo con palabras alegres.
Así transcurrió un año y él se repuso suficiente de la muerte de su mujer. Aunque en el fondo seguía inquietándole ese extraño amor que le profesaba su hija. Se preguntaba en que se había equivocado para que ella albergara esos sentimientos.
Una noche, la chica se ofreció a preparar la cena y le preguntó que le gustaría de comer.
Él le respondió que un guisado con corazón de cerdo, igual que los que solía prepararle su madre. Era su platillo favorito y llevaba mucho tiempo sin probarlo.
La mención de la mujer enfadó bastante a la muchacha pero entonces, sonriendo de mala manera, le dijo a su padre que esa misma noche volverían a saborear aquel rico platillo. Espero a que él saliera de la casa para ir al mercado.
Compró todos los ingredientes que necesitaba, menos el corazón de cerdo.
En vez de eso, se internó en el cementerio, profanó la tumba de su madre y le arrancó el corazón, que esa misma noche preparó para su papá.
Los dos comieron con gusto y el hombre pareció especialmente contento.
Por la noche sin embargo, un aullido aterrador despertó a los vecinos, helándoles todos los huesos.
—Hija, ¡devuelve el corazón que me has quitado!
Nadie se atrevió a salir de su casa.
A la mañana siguiente, se percataron de que la niña había desaparecido. Por más que se la buscó, no pudieron hallarla.
Desde ese entonces, se dice que el espíritu de su madre sigue vagando por el pueblo, clamando venganza y lamentándose por el corazón que le fue arrebatado.
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