Cuentan que hace mucho tiempo, en la hermosa ciudad mexicana de Guanajuato, existió una historia de amor que hasta nuestros días, sigue causando fascinación en todos los enamorados.
Carmen era una hermosa muchacha de muy buena posición, hija de un hombre severo y muy resentido, que la había educado en la obediencia y la sumisión. Todos los domingos sin falta le hacía asistir a la iglesia, por supuesto acompañada de su aya para evitar intromisiones de los desconocidos.
Sin embargo, esto no impidió que la joven conociera a Don Luis, un apuesto hombre que nada más verla se enamoró. Y así, la pareja comenzó a verse a escondidas, en complicidad con la vieja nana de Carmen.
Cada domingo se encontraban en la capilla y, silenciosamente ante los ojos de los santos, expresaban su amor con sutiles miradas. Luego Don Luis tomaba la mano de su amada y le hacía tocar el agua bendita, antes de susurrarle lo mucho que la amaba.
Desgraciadamente los cotilleos no se hacían esperar por los alrededores de lo que, en aquel entonces, seguía siendo un pueblo muy pequeño y así, el atrevimiento de los amantes llegó a oídos del padre de Carmen.
Furioso con las andanzas de su hija, el malvado hombre amenazó con enviarla a España, donde ya tenía en mente a un pretendiente distinto. Un noble entrado en años y muy rico, que al desposarla no haría sino incrementar su prestigio y su fortuna.
Desconsolada, Carmen se echó a llorar y tuvo prohibido salir de su habitación.
Mientras tanto, Don Luis buscaba formas de hablar con ella. Ocurría que la casa donde vivía Carmen se encontraba en un callejón tan estrecho, que la ventana de su habitación daba directo al balcón del dormitorio de enfrente, a tal punto que prácticamente se podían tocar.
Así fue como Don Luis compró la vivienda vecina y se instaló, esperando poder hablar con la muchacha. Cual fue la sorpresa de Carmen al verle aparecer delante de su ventanal una noche.
Compartieron los enamorados muchos bellos momentos de esa forma, siempre saliendo sin falta a su encuentro apenas se ocultaba el sol.
Pero he aquí que el padre de Carmen volvió a sospechar de algo y una de esas noches, entró sigilosamente en sus aposentos mientras ella se encontraba con Don Luis en el balcón. Y les sorprendió en medio de un beso.
Fuera de sí, el viejo sacó una filosa daga de entre sus ropas y la hundió en el corazón de su hija, matándola al instante.
Solo quedó su mano entre las de su amado, pálida y fría.
Desde ese entonces, a esa callejuela pequeña se le conoció como el Callejón del Beso, debido a la trágica historia que se ocultaba tras sus paredes. Este lugar es real y todavía hay parejas que suben hasta ambos ventanales para fingir que se encuentran como hacían Carmen y Don Luis.
Dicen que quienes lo hacen y se besan en el callejón, tendrán un romance que durará para siempre.
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