Hoshino se encontraba recorriendo en campo de arroz con su hermano, aquella noche fresca de Marzo. Su familia tenía una larga extensión de tierras en aquella área rural de Japón pero a veces, tener que ocuparse de una propiedad tan extensa era agotador.
Hiro, quien se encontraba caminando distraído unos pasos más allá, no le hizo mucho caso cuando le habló.
—¡Fíjate bien por donde vas, Hiro! —exclamó Hoshino malhumorado— Que ya es de noche y cualquier cosa puede pasarte. Lo peor es que todavía no hemos encontrado el origen de esos extraños ruidos.
—Pues yo no escuché nada. Te dije que estás imaginando cosas.
—Estoy seguro de que alguien… o algo anda aquí afuera. Tengo un mal presentimiento.
Hoshino miró hacia el horizonte con suspicacia, pero todo lo que había ante él, eran los largos tallos de arroz que dentro de poco florecerían de nuevo.
—Oye Hoshino, que estoy muy cansado. Me vuelvo a la casa y tú si quieres quédate aquí.
Hoshino se quedó paralizado al percatarse de algo. Había una figura pálida en la lejanía. Era muy larga, tanto que parecía que en cualquier instante sería llevada por el viento. Parecía una persona… pero no podía ser, porque no se le veía el rostro. Y sus brazos, como dos largos fideos, se balanceaban sin control, como si el pobre no tuviese huesos.
A Hoshino le dio un escalofrío.
—¿Qué es eso?
—¿Qué? —Hiro miró tratando de encontrar lo que observaba.
—Eso, está frente a ti. Frente a ti, por Dios, ¿es qué no lo ves?
—¿De qué hablas? No hay nada allá enfrente, ya estás desvariando.
—No, no lo estoy… eso… él, me está observando.
—¿Quién?
—El hombre pálido entre las plantas de arroz.
Hiro volvió a fijarse con detenimiento y por más que buscó, no vio a ningún hombre.
—Tú lo que quieres es tomarme el pelo, pero no voy a caer.
Hoshino no tuvo fuerzas para responderle, pues de pronto un temblor incontrolable se apoderó de él. Cayó de rodillas al suelo, invadido por los espasmos y una fiebre repentina.
—¿Hoshino? ¡Hoshino! —Hiro pidió ayuda para que pudieran llevar a su hermano a casa, donde pasó el resto de la noche delirando y gimiendo que alguien venía por él.
Horas después, de forma inexplicable, el joven murió en medio de aquellos temblores tan violentos.
Hiro nunca supo que había visto Hoshino en el pastizal.
El Kune Kune es una leyenda muy conocida entre los japoneses, que habla sobre una criatura alta, delgada y muy pálida, casi como si estuviera hecha de un papel. Es similar a un gusano pero tiene figura humanoide, y unos brazos monstruosos que se balancean con su cuerpo cada vez que los vientos soplan con fuerza, igual que si fuera un muñeco inflable. A menudo se lo puede ver entre los campos de arroz y los largos pastizales, pero hacerlo no es una buena señal.
Se dice que quien se encuentra con él, debe prepararse para morir pronto, porque su presencia es un augurio fatal.
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