Esta es la historia de un túnel maldito, en el que pocos se atreven a entrar. Y es que hace años, ocurrió en su interior un suceso trágico y sangriento, que ni siquiera el tiempo ha podido borrar con su paso.
Nuestra historia transcurre en Montevídeo la capital de Uruguay. El sitio del que estamos hablando, es el túnel ubicado entre las calles 8 de octubre y 18 de julio. Por estos rumbos, a poco de estrenarse esta construcción, solía vagar un hombre de la calle, cuya única preocupación diaria era beber. La gente lo evitaba por su aspecto desalineado y su afición al alcohol.
Una noche, el pobre diablo iba tan borracho que perdió el rumbo y se adentró sin fijarse en el túnel. Muy tarde vio las luces del colectivo que venía en dirección contraria.
El vehículo lo arrolló en el pavimento y murió al instante.
Es cierto que nadie lo lloró cuando su cuerpo fue retirado y llevado a una fosa común. No tenía familia o amigos, ni a nadie que se preocupara por él. Lo que realmente inquietó a los locales, fue ser testigos de los extraños sonidos y lamentos que provenían del pasaje; aun cuando se encontraba vacío.
Desde entonces se dijo que el túnel había sido maldecido.
Cierta noche, un joven volvía a casa tras haber perdido el colectivo. Era bastante tarde y solo pensar que tendría que caminar a través del túnel, hacía que lo recorriera un escalofrío. Pero no le quedaba de otra.
Nada más entrar vio la figura de un hombre que se tambaleaba en el otro extremo, apenas iluminado por la escasa luz que conseguía entrar desde el exterior. El chico tuvo miedo de que se tratara de un asaltante o alguien peligroso. Luego, al ver que el sujeto parecía estar gimiendo de dolor, pensó que tal vez necesitaba ayuda.
—Señor, ¿está usted bien?
El desconocido balbuceó algo incomprensible.
—Aguarde un momento, no voy a hacerle nada…
El joven llegó a sus espaldas y se dio cuenta de que sus ropas estaban muy andrajosas. Un repugnante olor a alcohol le indicó que el infeliz se había pasado de copas.
—¿Necesita ayuda para salir de aquí?
El mendigo se dio la vuelta y el muchacho lanzó un grito de terror. Su rostro era el de un cadáver, mostraba una sangrienta contusión de un lado de la cara y el otro, estaba grotescamente deformado, como si algo muy pesado le hubiera pasado por encima.
Olvidándose de sus buenas intenciones, corrió lo más lejos que pudo de él, apresurándose a salir de ahí… solo que no pudo ver el colectivo que se acercaba sin disminuir la marcha, siendo arrollado en el acto. Al bajar a comprobar los daños, el chófer únicamente se encontró con su cuerpo sin vida. No había nadie más.
Si alguna vez viajas a Montevídeo y te topas con este túnel, déjame darte un consejo: jamás lo atravieses de noche. Porque si te encuentras con él, indudablemente tratará de desorientarte para que sufras su mismo destino.
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