Cuento enviado por Miguel Hernandez (fan del blog y autor invitado). Por cierto, si aún no has leído la 1era parte, te recomendamos que lo hagas haciendo clic AQUI.
Alex bajo las maletas, se despegó la camisa y la sacudió. Sudaba hasta por las orejas. No estaba muy convencido de haber hecho lo correcto, pero Sara insistió en pasar las vacaciones en una isla exótica del Caribe; lo que no podía entender era porque habían escogido Haití. Además, el hotel de la agencia de viajes había escogido como parte del paquete VIP, no se parecía al lugar paradisiaco que les habían prometido.
El chapoteadero estaba cerrado por reparación y en las superficies de las otras albercas había una delgada capa de moho. No obstante las pésimas condiciones del lugar, la recepcionista del hotel resulto ser una persona muy amable. Se llamaba Zora. Ella les recomendó a los recién llegados salir a bailar en algunos de los salones nocturnos de los alrededores. Sara y Alex le dijeron que lo pensarían
Al llegar a su habitación, Alex se acostó sobre la cama, mientras Sara tomaba una ducha, encendió el ventilador y arrastró una silla junto al balcón. En la calle, había un bullicio; unos hombres bailaban con los rostros pintados de blanco, en tanto un grupo cargaba un féretro. Era un cortejo fúnebre. Impresionado Alex, desempaco su cámara y comenzó a fotografiar el episodio.
Después, persiguió al cortejo con el zoom de la cámara hasta que se perdió entre las callejuelas del pueblo. Alex, se percató de inmediato que uno de los hombres del cortejo lo había visto. Era robusto y de rasgos marcados, uno de sus ojos era blanco y de su cuello colgaba un collar de huesos, su sola mirada causaba escalofríos.
En ese instante, Sara salió de la ducha.
-Amor, ¿Qué tienes, ocurre algo?- contesto Sara al ver a Alex Intrigado.
-No, Nada Cariño, Descuida- contesto Alex, y no conto nada al respecto.
Esa noche salieron a bailar y a cenar como Zora les había recomendado. La pasaron muy bien y recorrieron casi todos los bares y salones de baile turístico.
De regreso al hotel, Sara subió a la habitación y Alex se quedó un rato más en la recepción. Repentinamente, el hombre misterioso del ojo blanco entro de forma apresurada e intercambio algunas palabras con Zora. Después se marchó, mirando de reojo a Alex.
-¿Quién es ese hombre?- pregunto Alex
Zora llevo un dedo a los labios y con la otra mano hizo un ademán para que Alex se acercara. Después le dijo al oído:
-por favor, le suplico que se olvide de él. Su nombre no puedo decírselo porque es de mal agüero. Él es un Bocor, un brujo vudú experto en las artes de la magia negra. No se le ocurra acercarse a ese hombre, no le gustan los extranjeros. Ahora, suba a su habitación y descanse-.
Zora sonrió como si nada y Alex subió las escaleras, demasiado confundido como para poder dormir. Sara, en cambio, estaba exhausta y roncaba a pierna suelta. Esa noche, Alex tuvo pesadillas que se le hundían en el pecho como dagas. Soñaba que el bocor lo cortaba lentamente en rebanadas con un cuchillo de carnicero. El zumbido de los mosquitos y el croar de los sapos terminaron por arruinarle la noche.
Por la mañana, la comezón lo estaba matando. Sara había madrugado: le gustaba dar largas caminatas antes del desayuno. Alex bajo al restaurante. Zora también había salido. En el mostrador estaba el hijo de Zora viento TV. “Quizás sea bueno buscar a Sara”, pensó y salió a dar un paseo por las calles de Puerto Príncipe. Cuando Alex se disponía salir del hotel, en ese instante, una voz grave y diabólica le susurro:
-te he estado esperando, ya tengo lista la tumba donde morirás-.
Alex trato de moverse pero sus piernas no le respondían. Su vista se había nublado y sus sentidos se adormecieron. Intento gritar, pero lo único que salió de sus labios fueron unos balbuceos tontos. Poco a poco, fue perdiendo el equilibrio y se desplomo sobre la banqueta. Varias personas presenciaron la escena y lo ayudaron… pero, clínicamente, había muerto. El bocor, le había rociado el veneno en sus picaduras mientras dormía y Alex lo había metido a su piel con sus propios dedos.
Alex pudo sentir como se lo llevaba un grupo de hombres. Pudo escuchar a su amada que regresaba, pudo ver que el bocor consolaba a Sara. Pudo sentir las lágrimas de ella en su rostro. Pero, no podía decirle que seguía vivo.
Tres días después, Alex, aun entumecido por el veneno, tuvo la sensación de que alguien le rociaba ron en la cara. Abrió los ojos. El bocor sonreía con crueldad.
-tu familia ya ha identificado el cuerpo falso. Los bocores podemos hacerles creer cualquier cosa. Nuestros Owanga (sortilegio maligno) son muy poderosos.
En las profundidades de su ser, Alex sabía que seguía vivo. Sin embargo, su voluntad pertenecía al bocor y solo él podía liberarlo. Durante años. Alex trabajo como esclavo en las tierras del brujo, junto con otros “zombis” con los que nunca platicó.
Una mañana, el bocor y sus capataces abandonaron la plantación. Pero Alex ya no existía. Su cuerpo vagaba por las calles de puerto príncipe, como un indigente más viviendo de las demás personas, perdido en la agonía, en su propia mente, en las profundidades de aquel maldito abismo que no lo dejaba salir. Dentro de una maleta, en uno de sus frascos, el bocor tenía encerrada el alma de Alex.
Con el pasar del tiempo. Sara se casó con otro hombre, y en un viaje de negocios, en donde Sara se negó a ir hasta el último instante, regreso a Haití. Alex vio a Sara nuevamente, se acercó a la pareja con la intención de mendigar algunos gourdes. Sara no pudo reconocerlo, pero, había algo en sus ojos, demasiado torvo para olvidarlo; algo que aparece en sus pesadillas cada vez que recuerda la isla…
muy buena historia…
Muy buena, aunque algo triste.