En 1990, cuando la construcción de Galerías Pacífico estaba siendo remodelada para convertirse en el hermoso centro comercial que es hoy en día, los trabajadores de la construcción descubrieron quince celdas pequeñas, con nombres y oraciones rayados en las paredes.
Los trabajadores informaron a su líder sindical, quien hizo un llamamiento oficial al gobierno para solicitar una investigación del descubrimiento. En ese momento, los funcionarios de la ciudad confirmaron algo espeluznante: durante los años de dictadura, allí se había instalado el siniestro «Centro Clandestino de Detención y Exterminio» (CCDE).
Un juez ordenó una inspección. Según el periódico La Mañana, el día en que se realizaría dicha inspección, el sótano se inundó con aceite de las calderas, destruyendo la evidencia. El mismo juez desestimó la investigación, alegando que no había pruebas para investigar, y la remodelación del edificio continuó como antes.
Los indultos oficiales del entonces presidente, Carlos Menem, aseguraron que ningún ex oficial que trabajara en la prisión clandestina sería ajusticiado.
Con la evidencia destruida y la investigación obstruida, la oscura historia de Galerías Pacífico nunca recibió demasiada atención.
Sin embargo, el caso volvió a surgir en 1994, cuando el camarógrafo de televisión portugués, Arturo Santana, fue a filmar un spot publicitario para el centro comercial. Anteriormente había testificado que mientras trabajaba en Buenos Aires en 1976, había sido encapuchado, esposado, secuestrado en la calle y obligado a subir a un Ford Falcon (el auto favorito del régimen militar). Procedieron a encerrarlo en un sótano húmedo en algún lugar del ahora centro comercial, durante cinco días.
Aunque trató de reprimir el terrible recuerdo, se acordó de algunos detalles, como que había compartido la celda con un español, un italiano y un argentino de Córdoba.
Cuando regresó a Buenos Aires con su equipo para filmar el centro comercial, tomó la escalera mecánica al nivel inferior en Galerías Pacífico y comenzó a tener una sensación extraña. Mientras miraba detrás de la cámara, reconoció baldosas distintas(y lejanamente familiares en el suelo, y de repente, se echó a temblar.
Era el mismo lugar donde había sido detenido en 1976, antes de ser transportado a otro campo de tortura.
Otros que hombres encarcelados y que luego recuperaron la libertad, como Miguel Lamotta, Miguel Ángel Prado y Juan Carlos Comínguez, tampoco supieron en dónde habían sido retenidos en su momento, ya que el modus operandus del gobierno militar era vendar a los detenidos al instante de su captura.
Santana exigió a las autoridades que se colocara al menos una placa para reconocer los crímenes cometidos en el lugar.
—Es un edificio emblemático, donde las personas pasean cómodamente, comen, beben, se ríen, disfrutan de un paraíso de consumo cuando allí abajo era un infierno —declaró ante los medios.
El centro comercial nunca ha tenido interés en resaltar esta parte oscura de la historia del hermoso edificio. No obstante, se dice que por la noche, desde el sótano de las Galerías Pacífico, cuando la muchedumbre se va, las corrientes frías sobrepasan a los visitantes y estos pueden sentir la triste y pesada presencia de aquellos que se suponía, perdían la vida en la ahora animada meca de las compras de Buenos Aires.
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