En un monte lejano de China, había una pequeña capilla en la que habitaba un maestro budista con su discípulo. Todos los días lo instruía para ser una mejor persona, aunque había una lección que el muchacho todavía no podía comprender: la de la fe. No entendía como una persona podía creer en algo que no veía o no había sucedido aún.
Día y noche, las dudas lo carcomían y se sentía incompetente ante la serenidad de su maestro. Un buen día se acercó a él para hacerle una pregunta:
—Maestro, ¿cómo es qué funciona la fe? —le dijo— ¿Cómo hacen las personas para creer en lo que todavía no tienen, o lo que no les ha sucedido? Es algo que no puedo comprender.
—No necesitas comprender —le respondió el monje.
—Pero si no comprendo, ¿entonces como voy a poder tener fe?
—La fe es inútil —dijo el maestro.
—Bueno, ¡ahora sí que ya no entiendo nada! —dijo el joven dándose por vencido.
Peor el monje sonrió.
—La fe ciega no sirve de nada, lo único que necesitas es una fuerte certeza.
—¿Certeza?
—Ven conmigo —el monje lo guió fuera de la capilla.
Estaba anocheciendo y poco a poco, el cielo se llenaba de estrellas. El maestro le pidió a su discípulo que contemplara el manto estelar junto a él. Elevó una mano y apuntó con el dedo hacia una estrella que brillaba en la lejanía.
—¿Puedes ver esa estrella que resplandece allí arriba?
—Claro que sí —dijo el muchacho—, brilla mucho más que las otras.
—Bien, ¿ahora ves esa otra que se encuentra justo al lado?
—¡Pero si no hay ninguna otra al lado!
—Fíjate con más atención.
Y tal como el monje había dicho, apenas desenfocó la mirada, el estudiante pudo ver una diminuta estrella, casi invisible, que se encontraba cerca de la primera. Cuando intentaba verla directamente, esta parecía desaparecer. Sin embargo, al verla por el rabillo del ojo, volvía a hacerse notar. El maestro volvió a hablar.
—Eso que acaba de suceder, es lo mismo que la certeza. Comprender es como ver una estrella que brilla. Tener fe es estar seguro de que se encuentra ahí, a pesar de que no se la pueda ver. Y la certeza es saber que la estrella existe, aunque no la puedas ver con claridad. He usado esta metáfora para que lo puedas entender mejor, ahora es tu trabajo aprender la lección.
El chico se quedó muy impresionado al notar lo sabio que era su tutor. Pero aun tenía una duda.
—Maestro, ¿cómo sabía usted que había una estrella invisible precisamente en ese lugar?
—Las estrellas son infinitas, no creo que tú y yo hayamos visto la misma. Es tan grande la cantidad de estrellas que existen, que siempre hay alguna invisible, en cualquier sitio, la cual solo se puede ver cuando dejas de mirar.
Moraleja: Cuando desees algo, no basta con tener fe, debes tener la certeza de que lo lograrás a pesar de los obstáculos que traten de hacerte desconfiar.
¡Sé el primero en comentar!