Durante la década de los 40. Europa se vio sumida en la guerra más brutal que haya existido hasta el momento en la historia de la humanidad. Marcada por la discriminación y el odio hacia las personas diferentes, esta época derivó en la muerte de millones de personas en diferentes países. Los más afectados fueron los judíos, quienes junto a otras minorías como gitanos, homosexuales y disidentes políticos, eran llevados a campos de exterminio, en los que los que los militantes del régimen nazi los asesinaban de las maneras más crueles.
Los más jóvenes y en buena condición física, sin embargo, eran conservados un tiempo para forzarlos a trabajar y vivir en condiciones infrahumanas. Comparada con la población que llegó a morir en dichos lugares, la cantidad de gente que sobrevivió fue mínima. Pudieron ser libres tras terminar la guerra, una vez que el ejército aliado entro en Europa para obligar a los nazis a rendirse.
Existe un cuento corto y muy sabio, que dicen que ocurrió tras la liberación de uno de estos campos de la muerte.
Josué era un superviviente del campo de Aushcwitz, el más terrible de todos los instaurados por los alemanes. Allí, había pasado hambre, frío y las más horribles vejaciones que pudiera soportar cualquier ser humano. Años habían pasado desde entonces, sin embargo y él había conseguido rehacer su vida en Israel, casándose y formando una familia amorosa, a la que educó en la tolerancia y el amor.
A pesar de todo había vuelto a ser feliz.
Cierto día, Josué hizo un viaje a Europa para reunirse con un amigo. Los dos habían sido prisioneros de los nazis en ese terrible lugar y logrado soportar hasta la llegada de los aliados. Desde entonces habían tomado rumbos separados, aunque nunca dejaron de escribirse.
A diferencia de Josué, su amigo era un hombre apagado y meditabundo. Las terribles cosas por las que había pasado en Auschwitz lo habían cambiado para siempre.
—Dime —le dijo a Josué—, ¿has logrado olvidar ya todo lo que nos hicieron los nazis?
—Sí —contestó él sin dudarlo.
—Pues yo no —le confesó su amigo con amargura—, sigo soñando con el campo de concentración, con los abusos y torturas que a todos nos procuraban. No puedo olvidar a toda esa gente que murió, a todos esos soldados que separaron a las familias. Sigo odiando a los nazis y a todos los alemanes con toda mi alma. Y jamás voy a poder perdonarles lo que nos hicieron.
—Entonces sigues siendo prisionero de ellos —le dijo Josué con tristeza—. Y mientras no dejes ir todo ese rencor, nunca lograrás ganarles la batalla. Nunca podrás volver a ser feliz.
Moraleja: No puedes liberarte de las personas y situaciones que te hicieron daño en el pasado, hasta que estés dispuesto a perdonar. El odio y el resentimiento solo contribuyen a mantener vivos esos recuerdos que nos atormentan. La única manera de salir adelante tras sufrir una desgracia, es dejar atrás el pasado y concentrarte en construir un futuro mejor.
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