Rachel a menudo se iba de campamento, le encantaba divertirse al aire libre con sus amigos de la Universidad Case Western Reserve. Durante su último año, la institución fue elegida para una participar en expedición de liderazgo, en la que ella junto con otros estudiantes, acamparon durante tres días.
Cada año era tradición contar una historia muy peculiar a todos los estudiantes en el programa, mientras asaban malvaviscos y se sentaban alrededor de una fogata. Según la misma, el área donde estaban acampando era extremadamente boscosa y mucho tiempo atrás, había sido el escenario de la desaparición de una familia de campistas.
El encargado de la excursión comenzó con su relato:
—Un día, un día hace muchos, muchos años, había una familia que fue a acampar. Scababan de instalarse con sus tiendas de campaña y se encontraban sentados alrededor de la fogata, cenando, cuando escucharon un grito, sin embargo, todos los miembros de la familia estaban presentes. ¿Quién podría estar gritando? Lentamente, el padre se levantó y caminó hacia la espesura, tratando de encontrar el origen de aquellos gritos espeluznantes.
—¿Dónde estás? —preguntaba—¿Estás bien?
De repente, escuchó un susurro entre los árboles que le heló la sangre.
—Vendrán por ti. Ese serás tú.
Asustado, el hombre volvió corriendo con su familia, pero no encontró a nadie. ¿Dónde se habrían ido? Jamás pudo encontrarlos. Volvió a la ciudad lo más rápido que pudo y pidió ayuda a la policía, la policía para buscar a su familia. Pero todo fue en vano.
Esa noche, poco después de haberse ido a dormir, Rachel sintió la urgencia de ir al baño. Salió de su tienda sigilosamente. Notó que alguien había dejado la fogata encendida y se acercó, y entonces, se quedó paralizada.
Había una familia, sentada frente a la hoguera, asando malvaviscos. Pero el único que no estaba allí era el padre.
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