Hola, te preguntarás que quien soy, yo soy Lara la típica chica que todo lo veía de color rosa, rubia, fina, bajita y con una sonrisa perfecta que mostraba a todo el universo. Todos los días de Halloween me disfrazaba con mis padres y veíamos películas hasta media noche, sé que parece un plan aburrido pero para mí era lo mejor, ya que mis padres eran lo único que tenía en la vida.
Lastimosamente todo eso tuvo que acabar. Una semana antes de Halloween me toco sacar los adornos ya que mis padres tenían que trabajar. Encontré muchísimas cartas en una caja, debajo de todo el montón de adornos, la mayoría parecían simples felicitaciones de compañeros de trabajo de mis padres pero había una que me llamó la atención. Era un sobre grande lila, con una foto de un bebé por detrás. Yo que soy muy curiosa la abrí, dentro había una bolsa con pelos humanos rubios. Me pareció muy raro porque mis padres tiene el pelo negro, demasiado diría yo, ya os podeis imaginar mi cara de espanto. ¿Por qué había pelos rubios en el sobre?
Empecé a leer unos papeles que había junto a la bolsa de pelos, cuando terminé mis manos temblaban, me costaba mantenerme de pie, ¡en la carta había pruebas de ADN de una tal Ana Rosa!
Yo como vosotros no tenía ni idea de quién era, las pruebas eran muy antiguas. Ya sé que me dirás que mirara de quien eran, pero
justo el nombre de la otra persona estaba tachado a boli; no sé como pero tenía que saberlo.
Terminé de adornar todo y cuando llegó la noche, cogí ese sobre, empecé a analizarlo visualmente y efectivamente no encontré ninguna pista. A causa de mi frustración lo tiré al suelo y salió de él un papel pequeño que no había visto antes, donde alguien había escrito: “ Tarde o temprano vas a pagar”.
Me fijé que en el papel ¡había un código de barras! Decidí registrarlo con mi móvil; gracias a dios ese código me metió en la web de un laboratorio donde había una copia de las pruebas y pude leer el nombre.
Tuve que ir con mis padres a saber qué significaba esto, les abrí la puerta gritando. Ellos se espantaron obviamente, pero mi padre se espanto más todavía más cuando vio el sobre en mis manos. Me lo intentó quitar y no pudo, lo cogió mi madre antes, cuando lo abrió no entendía nada hasta que registró el código: resulta que la segunda persona de esa prueba era mi padre.
Con una voz temblorosa tuvo que confesarnos la verdad. Tenía otra hija oculta, Ana Rosa.
Mi madre abofeteó a mi padre y entre lagrimas salió de la habitación. Me dijo que no me preocupara que todo saldría bien. Esa noche durmieron separados.
Mamá siguió investigando y encontró una dirección a 17 km de donde nosotros vivíamos. El día de Halloween, mi madre y yo le dijimos a mi
padre que iríamos a pedir dulces pero en realidad íbamos a esa dirección. Cuando llegamos vimos una casa muy bonita con un jardín enorme; nos
sorprendió que hubiera una lápida con el nombre Ana Rosa.
Exacto, la hija de mi padre estaba muerta. Íbamos a tocar a la puerta pero alguien llegó antes que nosotros.
¡Por la ventana se veía a mi padre con una mujer! Empezó a golpearla con un objeto hasta matarla, ¡vivía con un asesino y no lo sabía!
Corrimos hacía el campo que había cerca, oscureció y no sabíamos ni dónde estábamos. Seguimos caminando y notamos una sombra, nos acercamos a ella para pedir ayuda y cuando vimos de quien se trataba nos sentimos bastante seguras, era un coronel.
Tras explicarle todo lo que pasó, nos dijo que para ayudarnos teníamos que confiar plenamente en él. Obviamente le dijimos que sí; en ese
momento él era como nuestro seguro de vida. Nos tapó la cara con un bolsa de tela a las dos, sé que parece una locura pero dijo que era para que en el
coche no nos viera mi padre. Llegamos al supuesto lugar donde nos esconderíamos, era un lugar desconocido para mí.
Cuando nos quisimos dar cuenta el coronel ya no estaba, pero su coche sí. No encontrábamos el interruptor de la luz, no veíamos nada, caminábamos a a tientas, usando nuestras manos para buscar el interruptor. De repente la puerta se cerró. Nosotras gritábamos de miedo, hasta que escuchamos una voz que nos susurraba:
—Tranquilas, ya todo acabó.
Se encendió la luz, ¡era mi padre! Queríamos salir de ahí pero no podíamos, estábamos encerradas con un asesino. Lentamente se acercó a nosotras. Cuando estaba a medio metro de distancia se quitó su abrigo, debajo llevaba una camiseta naranja que decía “Feliz Halloween” y de repente salió todos nuestros conocidos, incluida la mujer de la casa, salieron riendo a carcajadas y dándonos abrazos.
Todo era una simple broma de Halloween, mi padre quería hacer algo diferente este año.

¡Sé el primero en comentar!