Hace mucho tiempo en la ciudad de Celaya, vivía una señora muy seria que casi no reía ni sonreía. Muy poca gente se atrevía a hablarle, eran comúnmente un joven y la señora del mercado. Sus diálogos siempre fueron cortos porque a ella casi no le gustaba charlar ni reír con nadie, ya que consideraba que eso es algo muy personal.
—Hola, doña Margarita.
—Hola joven.
—¿Le puedo contar un chiste para verla sonreír?
—No joven, que tengas buen día. Adiós
—Am… ¿adiós?
Doña Margarita vivía en paz, y era muy feliz. Únicamente reía con su pequeña llamada Ashley, una niña de pelo color café y heterocromía en sus ojos. Su momento favorito del día era después de que Ashley regresaba de la escuela y hacía la tarea, ya que al poco tiempo llegaba su madre con las cosas del mercado. En ese momento ambas se abrazaban y no se separaban, aunque pasará mucho tiempo.
Día a día eran felices, aunque esa felicidad no duraría mucho…
Una tarde, la pequeña Ashley fue por agua al pozo. La central de Electricidad que quedaba afuera de su casa explotó.
Doña Margarita, al escuchar la explosión, salió corriendo de su casa pero ya era muy tarde, la niña había fallecido. La mujer entristeció rápidamente, ya no dejaba que nadie le hablara porque en su soledad veía al espíritu de su hija sonriéndole, diciéndole que debía ser feliz.
A pesar de todo, ella falleció de tristeza.
Desde entonces, de vez en cuando se alcanza a ver que por el centro camina Doña Margarita de la mano de la pequeña Ashley.

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